sábado, 17 de marzo de 2018

LA NANA


Andrés Montemiranda un hombre bastante acaudalado -quien vivía en San Bernardo un hermoso pueblo del Valle del Cauca-, había enviudado de su esposa Claudia con la que habia procreado dos hijos: Gerardo, y Graciela Inés de 12 y 14 años respectivamente.

Ante la situación tan crítica al quedarse solo para levantar a sus hijos, Andrés resolvió enviar a la niña al convento de las Madres Franciscanas de la capital, quienes tenían también bajo su dirección el Colegio de bachillerato “María Auxiliadora”.

La directora del colegio era la madre Dorothy Wharton, una dama oriunda de Inglaterra en donde vivía toda su familia. Su hermano más allegado se llamaba Harry quien con cierta regularidad solía ir al convento a visitarla.

Siendo Graciela una hermosa niña muy educada, inteligente y de buenas maneras, muy pronto las monjas se encariñaron bastante con ella; al tal punto que llegaron a tratarla como un miembro más de sus respectivas familias, especialmente la Madre Superiora quien llegó a considerada como a su propia hija.

En una ocasión cuando el hermano de aquella y su esposa se encontraban de visita allí en el convento, tuvieron la oportunidad de conocer a la niña -quien ya tenía 17 años-, y les agradó tánto su personalidad, su don de gentes, y su presencia, que le sugirieron a su hermana hablar con el padre de aquella a fin de que le permitiera anexarse a su extensa familia en calidad de “Nana” y por supuesto vivir allá en Europa con ellos.

Dos años más tarde, y bajo la anuencia de su padre, Graciela resolvió viajar a Wallington, Surrey en Inglaterra para desempeñarse en aquel cargo ofrecido por los esposos Wharton, y así trabajó con y para ellos con gran eficiencia. Se encontraba muy confortable y contenta, mas la esposa de Harry -para quien ella solícitamente se había convertido en su mano derecha-, venía deteriorándose cada vez más a causa de la distrofia muscular que padecía, y un triste día pese a los cuidados médicos y de su esposo, dejó de existir.

Está por demás decir la tristeza y el temor que invadieron a Harry al quedarse solo. Entonces ya acostumbrado a la presencia y cuidados de Graciela, cuando su hermana Dorothy lo acompañaba por unos días tras el deceso de su esposa, aprovechó la oportunidad a fin de considerar con ella, el dejar a la muchacha como ama de casa con todos los derechos para continuar a cargo de su familia.

En una armonía muy reconfortante tanto para Harry como para todos sus allegados, y tras de algún tiempo, éste se dio cuenta de que la presencia de Graciela se había tornado en una necesidad imperiosa para él, y que se sentía enamorado de ella. Entonces en consideración a que ésta de pronto decidiera regresar a su país, resolvió confesarle sus aprensiones y su amor. Fue grande su sorpresa cuando en ese preciso momento Graciela venciendo su timidez le dijo que ella también paulatinamente se había ido enamorando de él.

Días después con la presencia de Andrés Montemiranda, de su otro hijo Gerardo (hermano de Graciela), y por supuesto de Dorothy la “Madre Superiora”, como también de toda su agradecida familia -que tánto la apreciaba por su conducta intachable hacia su madre-,se efectuó la pomposa boda. Así aquella soleada mañana abrileña, muy airosa y feliz Graciela Inés Montemiranda “La Nana” salió del templo, del brazo de Harry su esposo, ya convertida en la flamante Mrs. Wharton…

Del libro “La dama de honor y otros cuentos” de Leonora Acuña de Marmolejo

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