Esos grandes ojos de odalisca,
donde nada tu pupila oscura,
son dos lagos de prístina ternura
que realzan tu gracia de morisca.
Ya no sé si sufro o gozo con verte,
¡Oh! ¡Hermosa de mis ensueños!,
si con solo rubor ponerte
renace de mi ese empeño
por besar esa flor de anturio,
que adorna como a ninguna,
tu rostro angelical y radiante
cuando bajo la luz de la luna
delata que nada en él es espurio.
ABEL RIVERA GARCÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario