miércoles, 7 de diciembre de 2016

PÍO BAROJA, TESTIGO REAL DE LA ACTUALIDAD PACIENTE


La fabulosa  trilogía que nos muestra su transparente  narración real y conmovedora de las tres novelas que la componen: La lucha por la vida,  Mala hierba y Aurora roja, es pura realidad literaria.

Uno entiende que puede resultar ingenua utopía, bien intencionada, la recomendación de que se lea a Pío Baroja en los tiempos que corren. ¿Acaso las necesidades mínimas para subsistir que padece un tercio de la población española no es tan realista como la ficción de la lucha por la vida del gran Baroja?

Don Pío tenía poco de utópico y además no era nada candoroso con los judíos, liberal sobrio y pesimista, poco amigo de sotanas, demostró como creador literario lo acertado que resulta  seguir los consejos de Engels y Marx sobre la misión del escritor:

“La lucha por la  que llamamos “cultura” es inseparable de las condiciones históricas en las que los seres humanos desarrollan su vida material”.

“Las relaciones de dominio y subordinación que rigen el orden económico y social determinan, en cada etapa, la vida cultural de la sociedad".

Pío Baroja fue mi lectura desde muy jovencito y relectura con los años. Lo considero uno de los mejores novelistas en la lengua de Cervantes de todos los tiempos, ya lo señaló y proclamó, incluso con foto junto a un Pío Baroja enfermo, Hemingway  en Madrid, octubre de 1956. Ernst Hemingway le dedica a Baroja un libro: “A usted, don Pío, que tanto nos enseñó a los jóvenes que queríamos ser escritores”.  Bien que queda la visión sobre el autor de La Busca  reflejado en esta cita  del autor de viejo y el mar: “El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera”

Y aquí, perenne sus personajes parecen transitar por las calles de la “España va bien”. Se agolpan y discuten estacionando coches por unas monedas, espulgan en los contenedores de basuras, son los recicladores callejeros más profesionales, transportan su rebusco en esos carritos de compra escamoteados en los supermercados,  duermen en los soportales de las sucursales bancarias sin prestar atención a la belleza de la luna y su corte de luceros. Matan el gusanillo de sus miserias con tinto peleón sin tener que cantar “Asturias patria querida”.  En el silencio de los monólogos  recuerdan aquel desahucio por una maldita hipoteca con oscuras intenciones. El palpitar de un amor que se rompió porque la vida es así. Hablar con ellos es sentirse barojiano y un tanto anarquista.

Francisco Vélez Nieto
Publicado en Mundiario

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