Me detengo en la plaza Garibaldi.
Los Mariachis ensayan sus acordes
inventando paisajes habitados por pájaros
mientras esperan cautos la nueva clientela:
alegres nacimientos, las dulce serenatas,
las bodas, funerales, la música más bella
a la luz de la luna. Luego sigo el camino
lentamente. Es un otoño triste y los trenes
van saliendo pausados de un México pacífico
penetrando en la lluvia, devorando distancias.
Poco después, el Tapatío férreo
va apresando la noche en busca de un destino
ávido y bullicioso, armónico y lejano.
Mejicanos dormidos, algunos habitantes
del hambre y del oscuro olvido
sueñan con los futuros de la rosa y la fama.
De madrugada arriba el tren a su destino,
a esa Guadalajara de fresas y puñales.
Manuel Quiroga Clérigo -España-
Publicado en la revista Oriflama 29
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