jueves, 25 de agosto de 2016

QUÉDATE


Hace ya tiempo que llegaste para devolverle el color a mi vida, para salvarme del triste naufragio en que me encontraba hundido y con tu hermosa sonrisa y esa dulce voz reparar pieza a pieza el maltrecho navío de mi existencia. Con las tiernas y sabias palabras que brotan de tus ardientes y sabrosos labios carmesí me acariciaste el alma; la rescataste de las profundidades en que se hallaba sumergida, y con la magia de tu bella melodía la hiciste revivir. Arriaste las velas de este barco, y tú misma fuiste la estrella polar que marcó el rumbo, la sublime diosa que guió mi camino, alegre y romántica sirena. Fiel amante de los anchos mares, los recorres con graciosos y sensuales movimientos, protectora de este accidentado navegante.

Con placer bañas tu larga y tenebrosa melena bajo las transparentes aguas, y tus traviesos cabellos se confunden y abrazan tu delicada piel de ninfa, ahora dorada, acaramelada, como esos lindos ojos que me enamoran con su penetrante y hechizante mirada. Bailas divertida al compás de las olas, relajante murmullo, como el soñoliento arrullo de tu adorable canto, que al rozar mis oídos me envuelve en su abrazo y me hace levitar en esta esponjosa nube, en este cielo inmaculado donde tú eres la dueña. El océano es tu escenario, acuosas tierras que atraviesas decidida. Con entrega y seguridad emprendes tu recorrido, siempre apasionada, siempre enamorada de las aguas. A tu paso se extinguen las tinieblas, las pavorosas noches que habían azotado cruelmente a mi desdichado espíritu, y enciendes la resplandeciente lumbre que caldea mis entrañas. Fuego embravecido que, habiendo nacido de una tímida chispa, pronto se avivó, alimentado por esa bondad, por ese corazón puro que late con fuerza en tu pecho. Te observo desde lejos, maravillado por esa alma cristalina que me hace suspirar; esa alma angelical que me ha dibujado nuevas sonrisas y me ha devuelto la esperanza.

A ti me debo, sublime mujer de lejanos dominios, ángel terrestre que con tu grácil pluma esculpes bellos versos sobre el glauco lienzo, románticas palabras que me llevan al paraíso. A la luna le pido que no vuelva a quebrarse nunca mi navío, que ella misma sea tu guardiana; que te cuide con el cariño que yo quisiera darte, que proteja a la hermosa ninfa por quien mi corazón late; que agite las nubes del firmamento para que rieguen tus adorados mares para poder verte siempre feliz, siempre radiante, con esa sonrisa que me abrasa por dentro; esa sonrisa de esos exquisitos labios que quisiera devorar a besos; esa poderosa sonrisa y esos grandes ojos de canela que me han traído tan gran sentimiento; con esa voz tan sensual, tan juguetona, tan traviesa, que canturrea en mis oídos y me embelesa. Miro a la luna con ilusión, recobrado de mis heridas, y le pido que te quedess conmigo hasta el fin de mis días.

JAVIER GARCÍA SÁNCHEZ

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