viernes, 4 de octubre de 2013

IMPRESIONES DE A BORDO DEL "COAMO"

(Artículo de 1919)

     Viernes, día y medio de navegación, día y medio de un mareo casi general. Fuera de Estrada, el colombiano, que está como si tal cosa, todo el mundo está dado a los perros. No hay mal tiempo ni gran oleaje, pero tenemos, desde San Juan, eso que llaman mar de fondo, y el barco se mueve como si tuviera la intención de hacernos echar hasta la suela de los zapatos por la boca. ¡Malditos sean los viajes! ¿Quién me metería a mí en la cabeza la idea condenada de embarcarme? Esto es insoportable. El estómago me está pesando dos quintales. Y creo que me muero... pero me está bien empleado. Cedí a la superstición corriente de que en el mar se está como en la gloria --siendo así que el tal mar es una sucursal del infierno-- y ya no hay más remedio que encomendarse a todos los demonios y aguantarse. Pero ese Estrada que no se marea con este movimiento infernal, ¿de qué tendrá el estómago? Yo declaro que no puedo ver a este hombre. En tierra era su amigo y hasta le quería  mucho, por el tono serio y caballeresco de su culto trato; pero de verle tan campante en medio de la muda desesperación general, creo que lo echaría al agua sin remordimiento.
     Es pequeño, es aburrido, es chismoso y casi lúgubre a fuerza de quietismo y de rutina Puerto Rico, pero yo juro que me encuentro tan escarmentado de viajes, que si salgo de ésta, jamás sentirá mi planta la tonta nostalgia de tierra extranjera. Pero, ¿quién fue el idiota que habló por primera vez de los deleites de la navegación?
     Por amplio, por lujoso que sea el barco, apenas está uno a bordo, ya deja de ser persona para volverse cosa, un mísero paquete encajonado en un camarote y juguete del viento, del sol, de la falta de aire en ciertos momentos, de las compañías engorrosas, de los malos olores, de la mala agua, del mal comer, del mal dormir, y hasta del mal pensar. ¡Oh, esta abominable agua del Coamo! Agua de San `Juan, color de chocolate, satutrada de miasmas del muerto de Rio Piedras... y sin filtrar ¡sin filtrar, madre mía!
     ¿Incidentes? Debiera narrar algunos para amenizar impresiones. Debiera inventarlos si a mano viene, pero ni hay posibilidad de incidente alguno en el vientre de este depósito flotante de males, ni tengo yo cabeza para inventos. Además, soy tan apegado a la dura verdad, estoy siempre tan hambriento de realidad, que no me siento capaz ni siquiera de urdir un embuste más o menos jugoso para avalorar una crónica.
     --Venga  acá, don Pablo, ¿sabe usted que haya ocurrido alguna cosa desde que nos embarcamos?
     --Que yo sepa..., dice don Pablo, rascándose la barba, y sigue adelante. (Este don Pablo es un amigo de Ponce que no ha hecho en toda su vida otra cosa de verdadero valor estético que rascarse la barba). Nada, no ocurre nada, ni siquiera un chisme. Hace dos días que no oigo hablar de nadie. ¡Ni puertorriqueños somos ya con este mareo, santo Dios!
     Domingo. Ya pasó el mareo... Ahora estamos tratando al mar de tu. Al silencio untuoso de los primeros momentos, ha sucedido una algarabía de alegres voces femeninas que es sabroso oir después de tantas horas de desolación. ¡Qué deliciosamente monótono es el mar, y qué bueno es viajar! "Dichoso aquel que tiene su casa a flote"... Estos versos de la detestable y popular "Marina" los he berreado yo hoy, sin darme cuenta, (el buen tiempo predispone a la benevolencia.) Esta noche habrá un gran concierto en que unos cuantos violines se confabularán con una flauta y un piano para deleitarnos unas horas. El concierto se debe a iniciativas de la señora de Antosanti, dama generosísima que se propone con él sacarle al pasaje unos cuantos billetes para los mendigos de San Juan. Yo no he podido librarme, ni librar a mi prójimo, de la amenaza de un discurso que tendré que berrear al comienzo de la velada. Mi vocación siempre fue para el canto. Nací barítono (un barítono incomprendido); pero el mundo es ciego y caprichoso, y me condena a hablar. ¡Pero qué serena y bella es esta hora de mar! Verdaderamente es un idiota el que prefiere la tierra a este mar suavemente rizado que invita a naufragar. Como que yo firmaría hoy mismo un contrato comprometiéndome a ser pez para toda la vida. Fuera del mar no concibo la felicidad. Gracias al mar he conocido a bordo media docena de personas interesantísimas que nunca hubiera tenido ocasión de tratar en tierra. ¿Por qué no se organiza la vida de tal modo que parezca un viaje, un viaje por el mar en que todo es afabilidad, tolerancia, finura, gentileza y confraternidad? ¡Y qué de caras, qué de bonitas caras llenas de sonrisas he visto hoy paseándose sobre cubierta! El mal tiempo las mantuvo al principio sombrías y feroces. Yo me siento un poco hermano y un poco novio de todas ellas, y tan idiotizado me tienen, que no quiero llegar. Pero, ¿qué diablos sacará uno de llegar? No; yo no quiero llegar. Novias y hermanas mías de este bello momento: no lleguemos; quedémonos aquí y olvidemos la ruindad y dureza de la tierra. Pero si llegamos, ¡que sea tarde, y cuando lleguemos, que sea siquiera para comunicar a los demás el ensueño de librar al mundo de la terrible carga y maldición del trabajo pagado, para volverle alegre, sano, amable y bueno, como este mundo pequeñito y efímero que formamos a bordo del "Coamo"! Amén.

Publicado en el blog nemesiorcanales

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