domingo, 11 de marzo de 2012

LA CONTRADICCIÓN

Una órbita humana rodea a Stonehenge, el círculo de piedra.
El sistema ferroviario, gran novedad del siglo, ha permitido que miles de personas concurran al suceso. La multitud observa expectante la enorme máquina de hierro que, como un mago medieval, como un nuevo Merlín gigantesco, obrará el portento.
Los fogoneros, hasta entonces dispuestos a ambos lados de la máquina, comienzan su trabajo. La multitud contiene el aliento. Una cruz de vapor, quizá la cruz mas grande que la humanidad haya creado, se distingue claramente suspendida sobre el antiguo monumento pagano. Fatigados y orgullosos los fogoneros retoman la posición inicial, los primeros aplausos son música en sus oídos. De pronto, ante la mirada atónita de los organizadores, el vapor se reordena, esculpe la figura de un hombre. Nadie, jamás, ha visto ese rostro.
—Dios ha muerto —afirma con voz potente el hombre de vapor, el desconocido.
—¡Milagro! —aúlla la multitud emocionada.
El arzobispo de Canterbury, que presencia el evento desde un palco de privilegio, parece labrado en piedra.

Patricia Nasello(Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 116

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