sábado, 26 de mayo de 2018

Y CERRAR LOS OJOS


Supe que después llovió
como nunca lo hizo antes en primavera,
llovió plomo en lágrimas resecas
como vientos que arrastraban ansias
de esparcir entrañas
y solos de boca sin boca.
Detrás no había nada,
detrás estaba tu copa vacía
agrandando la orfandad de la barra
y tu viejo rostro reflejando
una arruga más.
No sonaba el tictac del tiempo
ni la baba de aquella felicidad
cubriendo todas tus derrotas amargas
en esa posibilidad absurda
que viste diluirse tan absurdamente
como supone la razón
que ocurre con lo disparatado.
Pero es que cerrar los ojos,
creer en lo imposible
en este baldío de tanta certeza ramplona,
es tan sugerente,
tan necesario para terminar muriendo
con las ganas llenas,
que dejas que cualquier relumbrón de luna
varíe tu torcida sombra
en una huella plateada,
en forma grácil e intensa
rebrotando en cualquier áspera acera,
y, definitivamente,
en trago perpetuo inoculándote
amor descabellado
tras tantas cuotas de desamor.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-

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