Hay escritos que nunca pueden superarse. De cualquier manera que quieras modificarlos siempre guardan la esencia que los hizo especiales y originales.
Me acuerdo que de pequeño hice mi mejor poema.
Estaba en el jardín de niños, recostado sobre la mesa intentando escribir. La luz de mayo era complaciente conmigo y alumbraba un garabato que poco a poco le daba sentido al lenguaje.
La ortografía a duras penas salía bien; y la caligrafía era tremenda.
¿Será suficiente para la que cien veces ha sido mi consejera?
¿Bastará para la que ciento un veces ha sido mi amiga? - me preguntaba.
Pero por cada duda que me atormentaba,
las dos sílabas de mi poema me calmaban como siempre:
''MAMÁ'' decía entre líneas; ''AMOR'' decía entre mis latidos.
Ronny Vera
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