lunes, 21 de mayo de 2018

GYÖRGY SPIRÓ EXPOSICIÓN DE PRIMAVERA


György Spiró, exposición de primavera
La buena literatura disfruta con la paciencia del tiempo a su favor. Convertirse en testigo insobornable de la historia vivida en sus más variadas secuencias y circunstancias. En el caso concreto de esta formidable exposición de vivencias de dolido desarrollo narrativo.

En octubre de 1989, tras  28 años de dolor y sangre, es derribado el tristemente célebre Muro de Berlín. Su desmoronamiento fue el principio de una excelente serie y conmovedor nacimiento de novelas escritas por autores, de diferentes países europeos que vivieron largos años bajo la dictadura  “protectora” de la Unión soviética.

 En la Alemania de 2011, Uwe Tellkamp fue revelador de un conmovedor y realista fresco sobre la Alemania comunista y su estrepitosa caída. La Torre, su tercera novela, impactó a público y crítica con un clamor sorprendente. Cinco años antes  pudimos disfrutar con la sorprendente película La vida de los otros, que  trata de un hombre solitario, un competente oficial del servicio de inteligencia y espionaje de la Stasi. Obra a la que se debe recurrir cuando se tengan dudas o desconocimientos de cómo fue aquello. Del valor de una tableta de chocolate como regalo de Navidad enviada a los familiares racionados en la Alemania del verdadero “socialismo” y el hombre nuevo, enviado desde la “capitalista y explotadora”.

La novela, tan triste como dolorosa, de György Spiró, Exposición de primavera, es otro magnífico  ejemplo más de lo que aquello fue. Hasta el extremo de que todavía significa un esfuerzo preguntarse, ¿cómo fue posible ese culto a la deformación del marxismo, en la que calló gran parte de la intelectualidad de occidente?, que por cierto, nunca tuvo que esperar a plátanos. La vida pudo ser milicia para el imperio de Roma, para otros un calvario en el estercolero de lo esperpéntico.

De todos y todas es bien conocida la frase de “Nadie sabe lo que es el dolor de una muela del juicio hasta que no lo padece”. Bueno pues algo semejante, aunque duro y doloroso fue, la triste dolencia que  jamás se podrá semejar a quienes no han vivido en un país satélite bajo la tiranía de la dictadura del marxismo degenerado bajo la doctrina estalinista.

La Revolución húngara de 1956 se saldó con la muerte de 2.500 civiles, 722 soldados soviéticos y la ejecución del presidente Imre Nagy. Todo el escaparate de la propaganda de una utopía comunista como alternativa al capitalismo se rompió definitivamente. György Spiró (Budapest, 1946) nos recrea esta tragedia con los protagonistas Gyuski y Kati. Un matrimonio húngaro, él ingeniero en una fábrica, ella empleada  en el museo de la ciudad, testigos pacíficos de esa revolución. Él vive paralizado por miedo a que lo consideren sospechoso de participar en la sublevación, mientras ella asiste atónita al rechazo que el Partido muestra hacia la exposición de primavera, en la que ha intervenido, por no concordar con las directrices.

Es una pareja, de origen judío, que con suma habilidad ha logrado ir saliendo adelante no participando en las protesta y conspiraciones contra el Régimen, pero las exintencias de ambos, además del aburrimiento y la pesadez y estrechez del sistemas portan una tristeza que aceptan como mal irremediable. Aplastada por los soviéticos la revolución de 1956, el miedo se respira en el diario vivir, en el lugar de trabajo donde todos se sienten vigilados, Y en cualquier momento sometido al purgatorio de los consejos frutos de los propios enfrentamientos y ambición de los aparatos para sus intereses, con la utilización de amenazas y testimonios totalmente falsos. Una historia magistralmente narrada en la que se muestra la inseguridad y el miedo, junto al temor de una posibilidad  donde cualquier ciudadano puede ser un delator y otro, inocente, la víctima, al tratarse de una sociedad donde la amistad y la fraternidad resulta imposible. Vida de seres condenados a la resignación y el desaliento. Espejo de un sistema, por fortuna, desaparecido que nos deja este sólido testigo de cargo  por medio de la buena literatura.

Francisco Vélez Nieto
Publicado en mundiario

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