¿Fue la diosa Hécate? ¡Yo que sé!
Cuando bien la miro, son tres caras para ver:
una sonriente, alegre, muy dichosa;
otras, traicionera, irónica y perversa;
y aun no sé, cuál de ellas es.
Ella, que fue más dulce que la miel,
hoy es agria y amarga, cual la hiel.
¿Dónde está y por qué se ha ido,
aquella faz brillante y amorosa,
suave y tersa de pétalos de azahar,
a la que un día, por arcana razón,
rendí de hinojos mi enamorado corazón?
Asumo en el amor mi papel de peregrino,
y vago entonces, sin parar por un desierto;
yendo y viniendo para ver si al fin despierto
¡vivo todavía! entre mis tantos desatinos,
sobre aguas de los dulces manantiales
¡donde brotan los amores y las dichas!
ABEL RIVERA GARCÍA
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