viernes, 25 de agosto de 2017

HISTORIAS DE RUTAS


El sol está en su cenit. Chusquiita y su camión con acoplado, recorriendo caminos, por más de treinta años. Su ruta preferida es la 40, la cual conoce más que la palma de su mano.
Todo lo que gana Chusquiita lo destina a sus nietos, en su peña en Tilcara, en obsequios para su esposa. Nunca entendió el sentido del ahorro. Porque siempre salió airoso aunque su familia pasó por momentos muy apretados.
Chusquiita, viene cantando por la ruta, escuchando la radio, música del altiplano, esa misma música con la que fue creciendo.
No es fácil manejar el camión, cuando la cuesta es muy empinada, porque lleva una carga muy pesada. Chusquiita es un camionero prudente en la ruta. Le han prometido buena plata si llega con la carga para antes de la noche. Son más de 900 km y debe manejar como diez horas.
Ninguno de sus hijos pudo acompañarlo. Chusquiita, se queja, porque dice que las nuevas generaciones están en otra.
Chusquiita necesita la plata porque se avecina el carnaval, quiere festejar uno de los mejores carnavales tilcareños. La alegría cuesta. Para poder cumplir con la entrega ha tomado un atajo, no conocido, salvo por aquellos oriundos de la zona.
El motor sobrecalienta. Chusquiita conoce las intimidades de esa máquina. Se ha parado en la banquina, empezó a salir humo del motor del camión, como si fuera una chimenea encendida.
Cuando el humo se disipó, Chusquiita abrió el motor del camión. Se sumergió en esa intricada masa mecánica cuando sacó su cabeza del motor, tiró un escupitajo al piso, y como podía secaba el sudor que corría por su espalda.
El radiador se había roto. El charco de agua en el piso lo delataba. Busco el celular para pedir asistencia mecánica. El celular no tenía señal.
Fue al acoplado a buscar el bidón de agua. Apenas llenó el radiador con agua, el charco en el suelo aumentaba.
Era el mediodía, en plena puna. No pasaba nadie por la ruta. Un camino desolado de muchas curvas, cuestas y bajadas. A las empresas de celulares no les había interesado cubrir los recovecos misteriosos de las rutas.
Chusquiita regresó a la cabina del camión. Se secó el sudor de la frente. Sació su sed recién cuando llegó al final de la botella. Apagó la radio, era mejor escuchar el silencio de la montaña.
Dormitaba, esperando a algún compadre que pasara. Se despertó de golpe con la boca seca, empapado en sudor. Recordó que al costado del camión había dejado el bidón de agua. Se bajó desesperado y lo descargó en su cabeza para refrescar su cuerpo. Al agua caliente la sintió como una bendición.

Diana Decunto -Argentina-
Publicado en Suplemento de Realidades y ficciones 73

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