lunes, 21 de agosto de 2017

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Cae con madurez el fruto que en verbo ardido lamió sus costillas al sol;
más de 365 veranos de su carne niñada en hueso negro constelado
se aflojan.

Rueda el fruto sobre la piel arqueada de las amapolas.

Se abre.

De su epicentro nace una guadaña como un párpado de acero cerrándose
en la bruma bautismal de su oleaje.

—Esto es lo primero que verás —sentencia la rama despojada del peso de su cabeza— antes de atravesar la raza del otoño.

Mónica Ojeda -Ecuador-
Publicado en La Náusea

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