martes, 11 de julio de 2017

LA HUERFANITA


La huerfanita se escapaba en sus colores cuando salía a pedir de todo, prácticamente, bajo el arco iris de la lluvia fina. Se hundía en todos por sus ojos azules, se metía por los demás con sus remiendos
rosa, verde y arena encendidos con tez y brazos nuevos, colgada en los juegos, tirando de todos los cabellos, dándose a notar con gritos y saltos, aposentándose de lleno en la bulla y en el lleva-trae-y-no-meencuentras de los recreos.
Luego, afuera, volvía con sus colores, sus brazos mariposas y su cara flor, sus ojitos como el mar, como un cielo abierto, buscando que en ellos se miraran las miradas..., y volvían, una y otra vez, ella con su arco iris y el día con su lluvia fina.
Llevaba la huerfanita, un algo que no arrastraba tras ella, llegué a pensar -un día- para buscar el color de los milagros. Porque todo lo que verdaderamente es tiene el color exacto, poco visto de milagro. Y
de todos tiraba y a todos juntaba alrededor suyo, con su magia enloquecedora.
Ese día, de ese recuerdo, se había subido aquel color suyo por el cielo gris de la tarde aquella, y caía su brisa con la capa fina de la lluvia; y desde lejos soltó mi nombre. Yo corrí, salté, volé hacia ella como si el universo entero me esperara tras el grito. Y me quedé quieto, luego, mirando sus colores (sus ojos, su risa, sus brazos abiertos) mientras un sinfín de mariposas revoloteaban locas por la estancia. Ahora rememoro que ese día de esa lluvia estuve, como si ya jamás habría de estarlo, copiosamente enamorado.

Orlando Rossardi -Cuba-
Publicado en la revista Oriflama 30

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