Despierta con el alba; se despierta
con el canto del gallo, cuando el viento
todavía es un ay del firmamento
tachonado de estrellas. En la incierta
mañana, casi bruna, pone alerta
el debe y el haber de su elemento:
su lucha, su trabajo, su contento,
su derrota quizá, y acaso cierta.
Pero la luz le pone a contracanto
un reflejo de amor desde su altura,
un vino desgarrado por su empeño.
Y el hombre, medio iluso y medio santo,
a corazón abierto, a sangre pura,
se embriaga en la esperanza de su sueño.
Nicolás del Hierro -España-
Publicado en Carta Lírica
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