martes, 25 de julio de 2017

EL AMPUTADO


De voluntad ajena,
mi mano no me respondió,
el científico dijo: soy un
médico más barato pero fiable
-me aseguró-y otra mano le
pondré, salvando su
amputación.
Y así hizo y escuché su
risa irritante alrededor,
me estremecí hasta la
mano donde comenzaba
un temblor.
Los dedos se extendieron,
la palma se dobló,
del científico tenía su
garganta entre mi mano,
¡debió sentir dolor!
Desde entonces vago
por el laboratorio
sin consuelo,
pero ¡esperen!, que alguien
precisa mis servicios.
Sí, ahora me llaman
el científico doctor.

Lucía Pradillos Luque (España)
Publicado en la revista digital Minatura 155

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