lunes, 17 de julio de 2017

COTIDIANO


La tarde apoya su voz
sangrienta y moribunda
en mi espalda que se arquea.
Me prodiga maldiciones,
me amenaza con no poder
olvidar jamás los siglos de
vida que me encadenan a esta
tierra donde también
ella esta encadenada.

Los recuerdos se amontonan
en los ojos y en los oídos;
la voz de mi madre
y de mi hijo,
las voces de todos
los que me rozaron apenas
sin dejarme al menos una caricia
y a quienes
no pude acariciar siquiera
y menos aun
retener conmigo.

La tarde desolada
maldice mi vientre
y mi inocencia,
me censura
y me expulsa fuera
de la primera madrugada,
ajena al mediodía vital y enfurecido
Me presume cobarde ya
después de tantas valentías vanas.

Las dos morimos cada día
después de intentar
en un esfuerzo último y repetido
abarcar el cielo
ser luz
desaparecer las sombras
desquiciar la noche
sin esperanzas de permanencia
con la absoluta certidumbre
de volver a morir
después de cada intento,
para ser sombra
noche
grillo solo
perdido en la inmensidad de una llanura vacía
con la voz sostenida en grito monótono
que nadie entiende.

La tarde me aprieta la garganta
con sus rayos agónicos
vomita sortilegios
para que no volvamos
a nacer mañana
para
de una vez por todas
no vernos más.

MABEL ZIMMERMANN
Publicado en el blog deliteraturayalgomas

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