jueves, 27 de julio de 2017

AMAR LA CAÍDA SAGRADA


El bache en el camino que nos rompe la costra del ojo para vernos. Necesaria la velocidad, el desequilibrio y amar la mentira de los mapas. Se me acaba el contrato y empieza todo lo demás. Amar puñados de letras vomitadas en el último momento y leídas frente a gente desconocida que bebe café en el vértice de la mañana.

Amar la mugre que se acumula en las máquinas grasientas de la memoria y que rescato a media noche.

Soy un yonki de mi esqueleto, armazón líquido de salivas viejas por el túnel de las quemaduras. Allí donde escribí mi nombre con las letras que ellas me decían. Baile eléctrico que desajusta el acero de mi cerebro, fundido por las grapas de la responsabilidad, de la vergüenza, y afilarme en el ángulo de los acantilados.

Un día.

Un día antiguo y presente dormí en un autobús sagrado que me bajó a las cuevas de la tierra donde me quedé desnudo. Viajando volví a la casa. A los pedazos de mí que encontré en los abrazos de los otros. Quien dice Chile dice Miraflores o dice sábanas baratas.

Abandono.

Soy el quiebro que me salve la vida. Es tarde ya y pronto para empezar la fiesta. Ya hay muchos como yo en el mundo y yo me espero a mí mismo allí donde fui feliz.

Me agarro a la sombra que los hermosos van dejando por el camino que dejan detrás. Seré uno de ellos. Miembro de tendones poderosos y misteriosos del grupo de los viajantes. Me pongo firme, se secó el río de mi yo admirable y formal y trabajador. Siempre seco el cauce responsable encima de la mesilla de mi madre.

Donde yo soy no hay nómina. Donde yo soy el invierno de Madrid llega y se da la vuelta. Hay un viaje que me da vueltas en la tripa, lavadora oráculo de futuros. Nunca tan feliz como entonces. Allí fuera, el tiempo invisible corre paralelo a mi tiempo. Tengo prisa y voy bufando a recuperar el tiempo que no fui.

Veo documentales de la 2 para llenar mi currículum, preparando mi salto en paracaídas,
quiero llenar todos los caminos, no repetir ninguna huella, quiero ser el cartero que me reparta las cartas que escribí en aquellos momentos felices donde mi hambre no terminaba.

Jorge García Torrego -Madrid-
Publicado en La Náusea.

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