miércoles, 12 de julio de 2017

AGUJEROS DE GUSANO


La ecuación era matemáticamente perfecta. Aún así el profesor la comprobó una y otra vez. Su sencillez era tan abrumadora que no entendía como nadie había dado con ella.
Recogió un ejemplar de bombyx mori, más conocido como gusano de seda, de la caja de zapatos donde los guardaba su hijo, y lo sometió al nivel de radiación Hawking que indicaba la ecuación mediante un microondas de cocina rediseñado por él mismo.
Después de escuchar la campanilla, abrió la puerta del microondas.
Descubrió que el gusano tenía un color iridiscente. Ayudándose de unas pinzas, lo recogió del plato en el que había estado girando y lo acercó hasta una manzana. Tras unos breves instantes de desorientación, el gusano decidió introducirse en la manzana a través de un agujero.
Esperó unos segundos y partió la manzana por la mitad. Aunque el agujero que había realizado el gusano se distinguía en la manzana perfectamente, no quedaba ni rastro de él. Repitió el experimento decenas de veces con otros gusanos de seda de su hijo, siempre con el mismo resultado. Estaba claro: la ecuación funcionaba. Había conseguido abrir agujeros en el continuo espacio/tiempo. El único
inconveniente es que no sabía a qué punto espacio/temporal conducían esos agujeros.
De pronto se sintió angustiado: había mandado a los pobres gusanos a algún lugar desconocido sin ningún tipo de víveres. Volvió al cuarto de su hijo, tomó prestadas varias hojas de morera y preparó un concentrado que les sirviera de alimento, que inyectó en todos los agujeros realizados en las
manzanas que, según su ecuación, conducirían al lugar exacto al que habían viajado los gusanos.
Esa noche el profesor no pudo conciliar el sueño. Sentía un hormigueo en el estómago que le obligó a levantarse. Abrió la boca para vomitar pero, en lugar de expulsar los restos de la cena, salieron volando decenas de mariposas iridiscentes.

Xuan Folguera (España)
Publicado en la revista digital Minatura 155

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