martes, 25 de abril de 2017

YO TE ENCOMIENDO SEÑOR A ESTOS NEGROS


que salen por decenas por cientos
por grupos o en fila india
del pasaje de la estación de trenes
muy cerca de mi casa
y en gran borlote caminan al mar
tapan la calle desatienden el tránsito
que ganas te darían aun de gritarles
y hacerles contrapunto:
¡Sálvese quien pueda ay mamá los negros!
Es claro hay apertura
para sus exigencias
gracias a nuestro pasado de emigrantes
pero ¡diablos! un poco de respeto
para todo el que a esta hora hace la siesta
y hablar en voz alta es incivil.
Míralos cuántos son
semejantes a bíblicas langostas
a grey de carneros en Aspromonte
los hombres con los bultos en la mano
o anudados al cuello
mujeres comedidas con el resto
de la familia entre los brazos
o colgados en los hombros.
Madonas dolorosísimas
que aún reviven matanzas de la guerra
y del hambre mujeres con suerte
de dejar atrás a otras mujeres
esclavizadas estupradas lapidadas
con heridas abiertas
de nupcias impuestas y viudeces
que trenzan los cabellos de las chiquillas blancas
con el vaivén de largos dedos negros
bajo la vista atenta de las madres.
Y hombres vagabundos
entre hamacas y sombrillas
con torres variopintas de sombreros
oscilando sobre sus cabezas
que como por arte de magia
extraen de mochilas y de bolsas
bolsas a inflar cohetería flautitas
espantasuegras ranitas con luces
enanos que soplan bolas de jabón
rosarios figuritas
de Padre Pío y del odiado Papa
imágenes de Cristo sonriente
con el corazón roto por la lanza
los pobrecillos cristos musulmanes.
Señor préstame oídos:
de par ábreles la puerta del Jana
y pon en el seno de las huríes
su propia espalda rota
por el peso de inútiles negocios
con una nube donde reposar
los pies martirizados
por la arena ardiente del desierto
allí en la playa de Montesilvano.

EMILIO COCO -Italia- (Traducción Marco Antonio Campos).
Publicado en Luz Cultural

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