lunes, 24 de abril de 2017

REFUGIO SIN CERCA


En rigor, la gente que he conocido
es de esa que, en el reparto de una herencia,
discute por una cama vieja
porque imagina que no hay más honor en la vida
que no tener que dar nada a nadie
y todo su orgullo es esa hacienda inerte
de la que se ha hecho dueña,
se atreve a comparar mi valor de ser humano
con una pequeña suma de esos papeles
que dicen lo que valen con un número dibujado
y se cree autorizada a banalizar mi dignidad
cuando, para poner a salvo su conciencia,
quiere ser vista pagando una deuda afectiva
de una manera asombrosamente ofensiva
o cuando, para ensalzar su propia honradez,
arroja contra mí la sospecha
del más sucio de los intereses,
su alma sin esperanza quiere sentir que es feliz
convenciendo a los otros de la grandeza de sus propiedades
y cuidando de la moral con ofrendas materiales
pero por dentro no tiene nada ni hace nada
y la humanidad que finge y cree que tiene
y que la hace mejor que sus enemigos es una estafa,
una apariencia sin fondo real,
con los ojos con los que ve la vida, me ha visto a mí
y mi afán por los sueños y los sentimientos, lo ha tenido
por pereza, ineptitud, banalidad, vanagloria,
maligna codicia de lo ajeno,
debilidad de espíritu, sandez, depravación
y sin cesar, ha intentado convencerme de que renunciara a ellos
con el helado puñal de su rotunda condena
y su indelicada humillación
pero mi memoria es demasiado grande y por eso,
no puedo incumplir mis promesas ni desviarme de mi camino
y contemplo claramente cómo ella, por el contrario, sí lo hace,
aguanta con tanta fortaleza su vida de crueldad
solo porque se escabulle de la razón y la coherencia
y cuando está robando, no sabe que lo que toma no es suyo
porque se le ha olvidado,
se dice con cierta cursilería que la memoria es de derechas
porque es pesada como los elefantes
pero yo pido memoria a mis semejantes,
montañas de memoria
para que puedan amar a seres humanos y no, a apariencias,
los elefantes son almas dóciles y orgullosas, capaces de aprender,
humildes pese a su gran tamaño,
debe haber ángeles en el cielo velando por ellos
porque nada puede ser más inocente que una de esas criaturas,
para la gente que he conocido, al final,
todos los hombres son unos inútiles
y todas las mujeres, unas malvadas perversas,
de ti pensarían que eres una mosquita muerta
y que quieres quedarte con todo
porque tan faltos están de amor
que imaginan más posible una vida de deshonestidad
que una entregada a la paz interior
pero tu codicia es de felicidad verdadera y del bien de dentro
y a las camas viejas renuncias
con total naturalidad.

LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE

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