viernes, 24 de febrero de 2017

SEGUNDA VIDA


Arrodillado ante mí, él me contempla a través de sus ojos inundados de lágrimas. Su expresión de dolor e impotencia me desconcierta, me hace dudar si continuar con esta transfiguración o no. El proceso a una nueva vida, la segunda que experimentaré en este plano, tampoco está exenta de dolor.
No fue difícil disfrazar la causa de mi muerte: una salida furtiva a la calle en el momento preciso que cruzaba un camión. Todo muy bien calculado. El escenario perfecto. El dolor físico que sobreviene a esta charada no es nada en comparación al sufrimiento que experimenta el hombre frente a mí,
convertido en niño. Sin embargo, la Gran Gata Blanca, nuestra custodia de la fe, ha dictaminado su voluntad: ya es hora de abandonar este cuerpo y a este humano que creía ser mi amo, aunque en realidad era mi esclavo.
Porque lo que él ignora, al igual que el resto de su especie, es que nosotros, a quienes llaman gatos, no somos originarios de este planeta. Cuando llegamos a éste, hace miles de años, intentamos establecer nuestra antigua civilización y fue sólo con los egipcios con quienes logramos sentar nuestras bases, pero la idiosincrasia belicosa de este mundo desbarató nuestros planes, condenándonos a agotar nuestras siete vidas, y en un futuro próximo conquistar a los humanos.
Plan que, poco a poco, estamos concretando. ¿Quién podría sospechar de unas adorables mascotas
como nosotros?
El dolor muere, al igual que esta vida. Cierro los ojos y ya no hay nada.
La transición es maravillosa, colores sicodélicos e imágenes de la existencia en nuestro mundo destruido por un cometa, completan mi retroalimentación… Ahora inicio mi segunda vida.
En mi primera incursión, convertido en otro gato, he visitado a mi antiguo esclavo. Aún llora mi partida, que ya entera una semana. Deseo acercarme para volver a adoptarlo y repetir la historia, pero la Gran Gata Blanca aparece obligándome a seguir mi propósito. Atrás queda el hombre sentado en una grada del jardín, acariciando un absurdo juguete con el cual me entretenía. Estoy seguro que lo extrañaré. Espero que cuando conquistemos este planeta él ya no se encuentre, no quisiera tener que
cegarle la única vida que tiene.

Jaime Magnan Alabarce (Chile)
Publicado en la revista digital Minatura 154

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