sábado, 21 de enero de 2017

REENCUENTRO


Aquella noche lo vi en la carretera. Iba solo, vestía todo de blanco. Me paré a su lado. Me reconoció. Nos abrazamos largamente. Después seguimos caminando en silencio. Esperé que fuera él quien comenzara a hablar. Pero él callaba. Así que empecé a contarle que fue de mi vida desde que nos separamos. Él seguía callado. Al terminar mi relato le pregunté donde había estado y que había hecho durante estos años de separación. No me contestó. Siguió callado. No insistí. Dejé que el silencio nos acompañara el resto del paseo, bajo las estrellas.
Al llegar a la plaza, donde nos separamos dos años antes, me miró a los ojos y dijo: aquí terminó todo.
Así fue. En aquella plaza acabaron diez años de trabajo en común. No nos pusimos de acuerdo en cómo resolver el caso de los dos gemelos. No era la primera vez que no coincidíamos pero esta vez él decidió marcharse y dejó en mi mano la solución del caso.
Desde entonces no lo había vuelto a ver. No conseguí resolver el caso porque mis datos no eran los correctos.
Volvió a mirarme y dijo: ¿Por qué me dejaste ir?
No supe que responder. Aquel día me sorprendió su decisión y no supe convencerle para que se quedara.
Si me lo hubieras pedido me habría quedado –dijo. Juntos hubiéramos resuelto el caso y salvado una vida. Pero callaste.
Siguió hablando. Me contó lo duro de aquellos años viajando solo de un sitio para otro. Solo había vuelto por unas horas. Mañana al mediodía continuaría su éxodo. Aún no sabía donde terminaría pero a esta ciudad no regresaría.
Le abracé y le deseé suerte. Lo vi alejarse. Muchos recuerdos me asaltaron. Había vivido momentos muy intensos con él.
Uno de ellos fue el caso del maletín de cuero. Una mañana llegó a la oficina una señora de unos setenta años para que buscáramos un maletín de cuero que le habían robado el día anterior en la estación de autobuses. Era un maletín negro con unas iniciales doradas grabadas en la parte superior. En él llevaba documentos familiares de gran valor, algo de dinero y un manuscrito original de un conocido escritor. Solo lo perdió de vista unos segundos, el tiempo de pagar unas revistas. Quien fuera actuó con gran rapidez. Miró a un lado y otro. No vio a nadie alejarse.  Aunque había denunciado el robo a la policía nos contrataba a nosotros porque no confiaba que ellos hicieran mucho por recuperar un viejo maletín lleno de papeles. Pensaba que el ladrón al ver el contenido del maletín se habría deshecho de él rápidamente. Para él los papeles no valían nada y en eso se equivocaba.
Tras rastrear la zona encontramos el maletín en un solar a unos metros de la estación de autobuses. Dentro solo los documentos familiares. Del manuscrito ni rastro. Dedujimos que el robo del manuscrito era el móvil del robo. El ladrón conocía el gran valor de éste. No fue posible encontrarlo a pesar de nuestro esfuerzo. La señora se quedó sin su manuscrito y nosotros sin la recompensa que ofrecía.
Desapareció tras la esquina. No volví a verlo.

JOSÉ LUIS RUBIO

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