Cuando era muy pequeño
y mi madre me bañaba,
la tina era un inmenso mar.
Yo fabricaba olas agitando los pies
e imaginaba barcos que se hundían en mi ombligo.
Hoy,
náufrago de tantas tormentas,
tomo sus manos —esos barcos enormes
que transportaron sueños—
y se las acomodo por fuera de la tina
para que no se hundan
en este inmenso agujero.
JULIO ARANDA -Argentina-
Compartido por Rolando Revagliatti
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