martes, 24 de enero de 2017

CUANDO TE MARCHASTE

                                                                                                                               
Enluté mi veste cuando te marchaste
y al vergel florido rehusé volver;
me fui en ostracismo.“No habrá ya más flores”
-me dije doliente-, y todo será
tan sólo tinieblas, y paisajes tristes.

Pensé que era inútil abrir las ventanas,
y que El Sol -mi amigo-, no querría volver
a dorar mi alféizar, como antes lo hacía.
Cubrí los espejos con purpúreos velos;
“si no me mirabas, ¿por qué yo mirarme?”,
-en mi soliloquio, me decía llorosa.-.

Pero una mañana pasó por mi vera
otro caminante con semblante mustio.
Se sentía muy solo, por traición dolido,
así me lo dijo, quebrando su voz.

Cabizbajo, y triste me contó sus penas;
le hablé de las mías; y juntos lloramos,
y juntos seguimos por la misma senda
juntando pesares, desechando espinas,
y riendo por todo como dos chiquillos.

Así un día cualquiera, y en forma furtiva                                          
un amor extraño pleno de ternura,
anidó en nosotros sin saber por qué,                                                
y juntos seguimos por la misma senda.

Repleta de sueños al huerto volví,
llené mi canasta de fragantes flores;
sobre mi cabeza puse una diadema
con sedeñas rosas, pámpanos, jazmines,
y la Minutisa-“la flor del poeta”-

Abrí las ventanas con euforia y fe,
y en cendales de oro, mi vida y la de él,
¡el sol indulgente envolvió en amor!
                         
Del libro “Del Crepúsculo a la Alborada” de Leonora Acuña de Marmolejo -Estados Unidos-

No hay comentarios:

Publicar un comentario