domingo, 4 de diciembre de 2016

POEMA DEL AMOR PROFUNDO


Hondo.
Hondo.
Hondo.

Mi angustia es un pozo hondo.
Un pozo donde se hunde mis latidos
unidos a sus cadenas.
Pozo donde mis lagrimas son gritos.
Gritos de angustia negra.

Negro.
Negro.
Negro.

Mi corazón es un palomo negro.
Un palomo sin alas.
Un palomo cuyo esqueleto de ceniza
se consume en mi alma.
Un palomo que se vuelve esqueleto

Marchito.
Marchito.
Marchito.

En mi sangre un lirio marchito.
Un lirio desnudo de amores.
Lirios con pétalos de cristal.
Y con las raíces arañando mis venas.
Un lirio que se volvió corazón ennegrecido.
Lirio que se deshoja pétalo a pétalo.
sobre mi sentir herido.

Muerte.
Muerte.
Muerte.

En mi pecho la muerte.
Muerte de mi juventud.
De mi alegría muerte.
Muerte de mis días y de mis noche.
Muerte de soñarte y no tenerte.

Hondo, negro.
Marchito, muerte.

Mi corazón es un ruiseñor herido.
Que se consume dentro de mi sangre.
Un niño muerto en el vientre de su madre.
Una noche sin luna cuyo latido oculta la pena más oscura.
Y un amor que se consume
siendo plañidera viviente de su propia sepultura.
En mi ser un cupido sin alas se desangra sobre el vacío,
Y solo queda el recuerdo muerto de cuanto llegué a quererte.
De cuanto me dolió el alma.
Alma convertida en una rosa de cristal
que se rompió dentro del pecho.
Y yo metiendo mis dedos en la yaga...
voy sacándome los pétalos del te quiero y no te quiero.
Hasta dejar mi sangre en barbecho.
Y a los buitres de las nostalgia sobrevolando
aquel ruiseñor muerto.

Porque no hubo amor más oscuro.
Y ni más profundo que el mío.
Amor maldito y profundo.
Amor negro. Amor marchito.
Amor hondo. Y de honda muerte.
Muerte de vivirte y muerte de perderte.

Debora Pol.

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