lunes, 5 de diciembre de 2016

LA MAGIA DE SER FELIZ


"La felicidad se alcanza cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces
están en armonía". Son palabras de Gandhi.

En algún momento hemos oído esta afirmación. Aunque quizás sea más de andar por casa y por tanto más fácil de recordar, esta otra: "No pongas las llaves de tu felicidad en el bolsillo de otro". Tan frecuente, como cierto, el que hagamos tal cosa. Tendemos a pensar que las cosas materiales, o la actitud hacia nosotros de los que nos rodean, son los causantes y responsables de nuestra felicidad.
Sin embargo, la felicidad es un estado de realización interior. No el cumplimiento de deseos limitados, que apuntan al exterior. Dicho más llanamente: que el tema de la felicidad no está fuera de uno mismo. No. Está en nosotros y por tanto está a nuestro alcance el lograrlo.
Esto significa trabajar duro: hay que borrar mucho de lo aprendido años atrás, hay que desbaratar creencias y desterrar los pensamientos mágicos a los que somos tan aficionados. Entendiendo por pensamientos mágicos todas aquellas idealizaciones que sobre cualquier tema solemos hacernos.
Y la felicidad ¿debe ser presente o futura? ¿Debe ser interior o exterior?
¿Debe ser permanente o puntual? Tampoco es necesario contestar esas preguntas continuamente. Lo importante es saber dónde está, dónde se encuentra, la tan deseada felicidad.
La felicidad, dice la psicología positiva, es una experiencia de alegría, de satisfacción, al comprobar que nuestra vida es agradable, tiene sentido y que vale la pena.
Si logramos una actitud mental positiva, si sustituimos los "tengo que", por "me encantaría", los "debería" por "me gustaría", nuestros niveles de ansiedad bajarán sensiblemente. Evitemos los términos absolutos: los todo o nada, los siempre y jamás. La vida no es casi nunca blanca o negra. Dentro de los días negros hay siempre una luz; dentro de lo aparentemente malo brilla, sin duda, algo bueno.
Es cuestión de cambiar el punto de vista, el modo de enfocar una situación. Alguien dijo: no existen los problemas, sino la percepción que tú tienes de ellos.
La vida es como es y no como quisiéramos que fuera. Por tanto en la aceptación plena, en la atención plena y en el no luchar contra molinos de viento está la clave para no amargarnos la existencia. Y, por supuesto, dejemos a un lado los pensamientos mágicos, las idealizaciones, los automitos.
Un signo de madurez emocional es saber aceptar y vivir con la conciencia clara de que se necesita muy poco para ser feliz. Es un camino a recorrer que está al alcance de cualquiera que de verdad esté decidido a que su vida sea agradable para sí mismo.
Es cuestión de desterrar viejos hábitos del pensamiento. Si logramos controlar nuestros pensamientos, las emociones que estos generan serán correctamente encauzadas y a partir de ellas, nuestra conducta, nuestra manera de actuar, se verá igualmente modificada en el sentido de mejorar nuestra calidad de
vida.

Eloísa Zapata (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 31

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