viernes, 26 de agosto de 2016

DE LAS IMÁGENES VÁLIDAS DEL AMOR


Se despidieron para siempre.
El rostro apagado
y la boca huyente.
Retumbaba la cristalera,
a punto de estallar,
bajo las lágrimas del cielo.
Le dio un sobre empapado.
La barbilla levantada.
Arrastrando los zapatos,
se alejó.
Ya nunca lo volvería a ver.
Con un todo desconcertante,
rasgó el sobre sin piedad.
Con él lanzaba al viento
las rosas ya muertas,
la flor más florecida
de todos los finos verbos.
Se sorprendió del gran amor
que al dolor sentía.
Vida que visualizó
con profunda fascinación.
Sintió impotencia al contemplar
una imagen válida del sentimiento
que como plastilina al fuego,
se incineraba así misma.
Y mientras caminaba bajo la lluvia,
no podía soportar
el olor de la hojas de otoño
cuando se transforman en barro.

Ana María Lorenzo

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