jueves, 25 de agosto de 2016

19


Noveno B (9º B) (No ve no ve)
La ciudadana lleva en el vientre hijos
con la calma del cisne y el ojo del halcón
La ciudadana llora por los tantos ausentes
guarda luto y oculta el rostro tras un tul
La ciudadana asoma la piel a la ventana
Se oculta encandilado tras un arbusto el sol
La ciudadana moja en los labios menores
las huellas dactilares con un leve rubor
La ciudadana espera en un rincón, blindada,
tras esas cicatrices que sus restos unió
y recuerda silente que la vida está ausente
y seguirá esperando, le queda tiempo aún…
La ciudadana busca en el fondo de calles
por si le devolvieran lo que miró partir
y suspira en las tardes y tararea canciones
y tras la puerta oculta un paisaje de luna
un rito de tambores, unos discos de blues
Cuando llega el ocaso da mil explicaciones
por huellas que en la arena su pena dibujó…
La ciudadana tiene muchas habitaciones
donde guarda las cosas que el mercado olvidó
A diario las limpia por si le fueran útiles
pero ya no recuerda para que las guardó
La ciudadana es bella, tiene la espalda recta
lleva la frente alzada y se avergüenza el sol
La ciudadana tiene la delgadez exacta
y la altura perfecta
lleva paso seguro más le tiembla la voz…
La ciudadana fue declarada inocente
de ser la responsable del suicidio de dios
La ciudadana cuenta que alguna vez dijeron
las lenguas viperinas
que su caja tenía cautivo extraño ser
¡Qué nunca le hubo visto! ¡Qué no le conoció!
¡Qué, cómo se le ocurre que entre hilos y agujas
estuviera oculto semejante señor!
La ciudadana tiene la mirada cautiva
y en el fondo, celeste,
circula astro siniestro que al mediodía la ama
y en las noches alumbra por si regresara
desde el fondo del cuadro con sus pasos perdidos:
la vergüenza de dios…
La ciudadana tiene las paredes con fotos
de los niños con hambre. Son de todo color.
Tienen rostros de angustia, esqueletos con carne
unos ojos inmensos con interrogación…
Se preguntan los niños, para qué sirve el hambre
y mueren sin respuestas en las crisis de amor…
Con sus nombres pudiera tapizar dos planetas
con sus pies pequeñitos, oscurecer el sol…
¿Qué no te has dado cuenta?
¿Qué no se te ocurrió?
¡Qué se mueren los niños! ¡Que no tienen ni voz!
¡Qué en Zanjathan importa que en el norte un demonio
los amputó de dios!
Qué mientras tú craneas,
qué mientras tú discutes,
qué mientras tu divides, otro niño murió…

Del libro El imperio del sol de RUBÉN BORONAT -Argentina-
Publicado en Editorial Alebrijes

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