jueves, 31 de marzo de 2016

1982


Te olvidaste un no sé qué
y volvimos sobre el muelle último.
Flotábamos inconexos,
definitivamente abandonados,
tú registrando el recuerdo
de la inmediatez,
yo sonriéndole al remolino
de una falsa ola.
La brasa del pitillo iba
de boca en boca,
ladeado en tu labio,
trémulo en el mío.
Me contabas rayando la arena,
acicalando el bucle de una duna
en la vertebra del bordillo;
viento salado por futuro
y la luz rojiza del reciente ayer
tumbada sobre el agua picuda.
En un mar surreal,
horadado en el asfalto,
escuchábamos música de Coppini
vistiendo los santos con trozos
de cuero viejo y tachuelas
subestimadas de El Rastro.
Todo era diferente
porque soñábamos en blanco y negro
y nos creíamos nuestras bromas
apurando el culillo de las cañas
cogidos al haz de nuestras miradas
entre la multitud
que todavía creía
y disfrutaba lo anchuroso
de las calles.
La virtud la contuvimos
en el aliento fresco, en el aire,
mucho antes de que todo
volviese a ser vulgar
y pormenorizado.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-

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