domingo, 31 de enero de 2016

EL DESTINO EN UNA CARTA

                                       
Allí por vez primera yo lo vi
en la  tarde estival de aquesa villa;
adolescentes éramos aún,
cuando aquel festival nos reunió.

 Yo me  perdí en el ónix de sus ojos,
 y él se enredó en  la noche de mi  pelo;
 se hechizó en mi inocencia de  capullo
 y me envolvió en sus brazos al danzar.

 Al ritmo cadencioso, el  corazón
 desbocado sentí por  mis praderas
 cual arisco potrillo ya sin freno,
 y  él, zahorí, mis  ansias subyugó.

 Después de aquella tarde lo perdí,
 y acongojada vi menguar la luna;
 mas el otoño trájome una carta
que atrapó en sus caprichos mis anhelos
                                                             
“Querida  señorita:- él me decía-,
de usted tengo, los más bellos recuerdos:
sus  gualdos ojos, su sedeña piel,
su  porte airoso y su voz  de arrullo

Con ímpetu salvaje e impulsivo
que hizo temblar  mi sujeción de niña,
acosando mi espacio personal,
agresivo y procaz, él continuaba:

“Quiero que sea mi amiga y sea mi novia,
mi idolatrada amante, mi mujer;
que comparta mi senda y mi destino
y en fin: ¡que sea la madre de mis hijos!”

Guardé bajo mi almohada entre sachets,
la carta que  trazó nuestros destinos;
cuando al altar, los dos adolescentes,
a jurarnos amor fuimos un día,

ésta iba cerca al corazón ansioso.
Hoy la carta amarilla por los años
cerca al hogar reposa allí en un álbum
¡cual símbolo de amor de la familia!

Premio finalista en poesía IV Concurso Internacional “Cartas de Amor”, Club Cultural de Miami “Atenea”, 2.003

Leonora Acuña de Marmolejo -Estados Unidos-


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