jueves, 30 de julio de 2015

CON VOCES VIVAS…


De verdad que nunca fue necesario tanto silencio
miedo contenido en invisibles sonidos, recuerdos
de muchos versos de cariño y amor...
pero aun así se apaga la ilusión; recuerdos de
senderos, de bosque, que el otoño aplaca y se
hace presente; no llueve, y los ríos están secos
el alma navega en ellos, rosándose con las piedras
afiladas, se desangra como si fuera cuerpo...
¿ Y las lágrimas?... ya las seca el viento; y el silencio
sigue, entonces ¿ qué hacer?... ya ni el llanto conmueve.
Los ojos se cierran de cansancio, pero no será soñar, lo
esperado, si no, para pensar; pretendí volar, y ahora caigo
solo... Aún quedan vestigios de primavera, insinuante su
presencia, como si fuera esperanza circunstancial, se ve
ya como una mancha, y eso nubla la mirada... la ironía es
que aún se detonan los suspiros, como ley de algo fundido
la impronta de las letras se estampan como versos, con
quiebres y puntos suspensivos… en la espesura de una
admiración y, como espirales la interrogación...
Noches, que frías y solitarias, insomnes e insípidas...
me cubro con páginas que han de manifestar su calor
en ellas impresas... Sigilosamente un ojo se abre, es
estimulado por los ruidos lejanos de anhelos que van
muriendo, en el improviso paraíso que se estuvo
creando, con esas esencias del subconsciente, que
hoy despertó se da cuenta que está en un desierto...
Tengo los labios secos, temo mentar tu nombre; pero si
guardo silencio es como si hubiera muerto, y voy a la
deriva del viento como hoja seca y sin pigmento…
me voy abatiendo por las emociones que pidieron
permiso al propio cielo; y vuelvo a caer prolongado
en sentimientos que reptan este árido momento,
la penas se van definiendo y sólo queda recurrir al
olvido para sentirme vivo, o almeno desplegar la
inercia para aparentar que respiro... lo curioso es
que la sinceridad mía, me imposibilita, como si
fuera un inocente despojado de sus propios
sentimientos de auto estima, los mismo que
imploran me levante y mire
hacia el frente con voces vivas.

Del libro Diario de una ilusión de Enrique Arana Jáuregui -Perú-

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