miércoles, 29 de abril de 2015

DOS ABRAZOS


Murió entre cuatro brazos y dos besos: los de su mujer, los de su amante. Murió entre dos ojos bien mirado y abrazado de amor y ternura. Apenas se despidió, no tuvo tiempo. Murió entre cuatro brazos en el abismo de los últimos minutos de su vida. Un beso en la frente, entre lágrimas, le dio su mujer, y otro de su amante entre los labios, y lo último que dijo: ¡Oh! Tus pechos. Me voy dichoso. Feliz entre las dos. Su mujer en sus últimas palabras le dijo: te perdono pues te amo y el amor no es rencoroso. Se levantó y se alejó sujetando su pena y cedió a su amante el último lugar de su agonía.
Su amante le tendió en su pecho. Le abrazó todo lo fuerte que pudo y suspiró.
Cuánto te amo, vida mía, cuánto te amo. Cuida de mi mujer y de mis hijos, como tuyos.
La mujer cuidó de su viudez y su luto. Su amante cayó en otros brazos y pronto lo olvidó.

Manuel García Centeno (Paracuellos del Jarama, Madrid)
Publicado en la revista Aldaba 25

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