viernes, 27 de febrero de 2015

LA MUJER DEL CUADRO


Abrí los ojos lentamente y miré a mi alrededor. No sabía qué hora era.
Tampoco recordaba cómo había llegado allí. No sentía dolor alguno pero la mente la tenía un poco aturdida. ¿Qué me había pasado? No podía ordenar mis ideas. Tenía que mantener la calma para que las cosas se pudieran aclarar en mi cabeza. Me levanté sin dificultad y empecé a moverme poco a poco hasta encontrar la escalera que me condujo a la antesala de la habitación que yo recordaba perfectamente. Estaba segura de haber estado allí antes, aunque no podía precisar el tiempo. Me detuve un momento para observar mejor desde afuera. ¿Quién abrió la puerta? ¿La persona que limpia quizás? Esto me lo sugiere la escoba que veo a la izquierda recostada a la pared. Las llaves están
aún en la cerradura, luego entonces esa persona está muy próxima a mí.
Puedo sentir su olor nauseabundo. Siento desagrado por ello, pero mi instinto me dice que no debo marcharme. Tengo que saber algo más de lo que allí se esconde. Puedo ver perfectamente una mesa con un candelabro. También una silla. Recordé que yo me sentaba en ella para leer mis cartas personales y también los escritos donde yo plasmaba mis sentimientos más íntimos. Allí pasaba las mejores horas del día. Era mi mundo particular y privado. Sólo tenían acceso a este rincón aquella mujer venida a menos y a la que yo protegía en cierto modo al darle un medio de ganarse la vida. Sí, sólo ella y el pintor que me hizo aquel cuadro que colgado en la pared frente a la puerta, se destacaba entre todos los objetos que formaban parte de mi intimidad.
Me detuve frente al cuadro y después de observarlo por unos instantes, ocurrió algo sorprendente que me mostró la realidad de lo que allí había sucedido. La figura de una mujer apareció a la izquierda y moviéndose sigilosamente se colocó a mi espalda esgrimiendo un cuchillo que clavó con fuerza en mi cuerpo.
Caí al suelo sin comprender que me pasaba. El dolor que sentí fue tan fuerte que me privó del sentido.
Por eso tenía que volver allí. No podía descansar en paz hasta saber quién me había quitado la vida.

Mª Manuela Septién Alfonso -Cuba-España-
Publicado en la revista Oriflama 25

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