jueves, 27 de noviembre de 2014

AGALLAS (3ª PARTE)


Aquella vieja amargada que durante años había estado disfrutando con mi sufrimiento debía experimentar por ella misma lo que de verdad había sentido yo. Me muevo en total silencio por la casa, es como si hubiese estado allí con los ojos cerrados desde siempre. La muy estúpida tiene la habitación más lejana de las del resto para “no ser molestada”. Llevo meses entrenando mis muñecas para ser milimétricamente precisa, en apenas dos segundos me planto frente a ella, que ronca como una mula. Apenas tardo un minuto en atarla, y eso que cocea la muy bruja. La última parte me resulta más divertida, el amordazarla es algo que he soñado miles de veces… cada vez que ella me lo ha hecho a mí para que no se escuchase mi dolor mientras me destrozaban la vida a ostias. Su mirada sigue siendo desafiante, pero para mí tan solo es una piel arrugada que lleva demasiados años viva, debe ser la maldad pura la que la mantiene en pie, seguro.
- Siento romper tu celebración interna por mi “muerte”- le susurro- pero tienes a unos hijos tan imbéciles que ni siquiera eso lo saben hacer bien. He vuelto de la tumba que tú misma mandaste cavar para que ocupes mi lugar.
Le abro el estómago de arriba abajo, la sangre emana abundantemente. En su cara se refleja el dolor y lo que es mejor, la impotencia… exactamente la misma que he sentido yo mil veces tras una paliza. Me siento frente a ella y espero. Sus ojos se van apagando, y el miedo que antes sentía se transforma en una extraña paz. Me vienen a la cabeza mil frases de políticos, de actores, de miles de personas que venden demagogia barata sobre la violencia de género y después te dejan sola, sin nada, con los moratones que has arrastrado durante años. Su vida se apaga, y la considero una afortunada, cuantas veces había yo deseado eso mismo y nunca se había hecho realidad. Con sus últimos jadeos llenos de muerte, salgo de la habitación para que muera sola. Ahora me toca otro objetivo, y sin duda, iré a por él… (…)

ANNA LAFONT
Selecciondo por Martín Molina García

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