lunes, 30 de junio de 2014

LLAMADO DEL DESEOSO


Deseoso es aquel que huye de su madre.
Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con
la secularidad de la saliva.
La hondura del deseo no va por el secuestro del fruto.
Deseoso es dejar de ver a su madre.
Es la ausencia del sucedido de un día que se prolonga y es a la noche que esa ausencia se va ahondando como un cuchillo.
En esa ausencia se abre una torre, en esa torre baila un fuego hueco.
Y así se esancha y la ausencia de la madre es un mar en calma.
Pero el huidizo no ve el cuchillo que le
pregunta, es de la madre, de los postigos asegurados, de quien se huye.
Lo descendido en vieja sangre suena vacío.
La sangre es fría cuando desciende y cuando se esparce circularizada.
La madre es fría y está cumplida.
Si es por la muerte, su peso es doble y ya no
nos suelta.
No es por las puertas donde se asoma nuestro
abandono.
Es por un claro donde la madre sigue
marchando, pero ya no nos sigue.
Es por un claro, allí se ciega y bien nos deja.
Ay del que no marcha esa marcha donde la
madre ya no le sigue, ay.

No es desconocerse, el conocerse sigue furioso como en sus días,
pero el seguirlo sería quemarse dos en un
árbol, y ella apetece mirar el árbol como una piedra, como una piedra con la inscripción de ancianos juegos.
Nuestro deseo no es alcanzar o incorporar un
fruto ácido.
El deseoso es el huidizo
y de los cabezazos con nuestras madres cae el planeta centro de mesa
y ¿de dónde huimos, si no es de nuestras
madres de quien huimos
que nunca quieren recomenzar el mismo naipe,
la misma noche de igual ijada descomunal?

José Lezama Lima -Cuba-
Publicado en la revista Fuegos del Sur


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