domingo, 16 de diciembre de 2012

TOTUM REVOLUTUM


Sabía que lo que estaba haciendo era una completa estupidez, pues por más distancia que pusiera con aquel virus, tarde o temprano me alcanzaría. Pisé el acelerador a fondo sin preocuparme por el irrisorio
límite de velocidad; en aquel momento tenía mayores preocupaciones en mi mente.
El resplandor de los faros del coche que surgió al otro lado del cambio de rasante bastó para que el enorme San Bernardo situado en el centro de la calzada, surgido de la nada, pasase inadvertido para mí hasta que no tuve más salida que dar un volantazo. Mi pericia no bastó para evitar la muerte del pobre animal, como pude comprobar tras detener mi vehículo en el arcén.
Cuando el coche que circulaba por el otro carril llegó a mi altura se detuvo, imaginé que con la lógica
intención por parte de su conductor de comprobar si me encontraba bien, o si precisaba de su ayuda. El
deslumbramiento provocado por los faros hizo que el efecto que su extraña indumentaria causó en mí se multiplicase: jamás habría imaginado ver a un payaso al volante de aquel Plymouth Fury del 58.
Aún no me había sobrepuesto de la impresión, cuando los ladridos del perro hicieron que me diese un
vuelco el corazón. Pude ver cómo desaparecía entre la espesura de los árboles que bordeaban la carretera, siguiendo el sendero que, según rezaba el cartel situado en su inicio, debía conducir hasta un viejo cementerio indio.
Decidí que ya había visto bastante para una sola noche, pero intuí que el coche de color rojo que había
conducido aquel payaso no estaba de acuerdo con mi marcha, cuando su motor cobró vida y pareció dispuestoa embestirme.
Mientras sentía cómo los huesos de mis piernas se quebraban, tuve la extraña impresión de haber visto
todo aquello en algún otro lugar.

Basado en Apocalipsis; El resplandor; Cujo; Christine; Cementerio de animales; It; Misery de Stephen King

Juan José Tapia Urbano (España)
Publicado en la revista digital Mintura 123

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