martes, 30 de octubre de 2012

DESCONTROL


A la hora del crepúsculo encontraron el cuerpo apuñalado junto a un cuchillo que dejó el rastro de rabia con el que fue arrojado.
Para Helter Skelter debía buscarse al verdugo entre sus allegados. Su porcentaje de aciertos era muy alto, esto. Frente a su jefe, Helter leyó el informe.
— ¿Su familia? Skelter, no sea ridícula. De usted nunca me hubiera esperado una deliberación con tan poca base.
—Las pruebas y el modus operandi, elementos comunes en este tipo de asesinatos, lo corroboran.
—Venga muchacha. Lo que nos cuenta es impensable. Recuerde: el gobierno garantiza la felicidad a medida de las necesidades de cada uno, está personalizada. La relevo del caso.
Tómese unos días. Haré como si no hubiera escuchado nada. Un expediente como el suyo, no puede mancharse por culpa de un mal día. Venga señores, investiguen a todos sus compañeros de trabajo, y no desestimen el suicidio.
Nada convencida, Helter salió del despacho. Se había informado, el fallecido tenía antecedentes. De hecho había partido de su planeta para evitar una larga condena por maltrato continuado a su mujer y a sus hijos.
Cuando un trabajador llegaba no se escatimaban medios para satisfacerle, se recomponía su vida conforme él solicitase. La Industria Interestelar de Biotecnología y Cibernética, satisfacía cualquier fantasía. Todos los robots cumplían los requisitos de seguridad exigida.
Helter entró en su casa intentando no hacer ruido y se dirigió a la habitación.
Al sentir el primer golpe en la puerta, se agazapó. De sobra sabía que todo estaba cambiando, que la felicidad y la perfección volvían a enfrentarse. Le pondría remedio, sabía lo que debía hacer. ¿Cómo si no podía justificarse el maltrato físico del que era objeto por parte de su robótica pareja?

Carmen Rosa Signes Urrea (España)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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