jueves, 27 de septiembre de 2012

MUSAS EN EL BARRIO


Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Euterpe armonizaba con su flauta las composiciones que había dejado el viejo Antonio Carlos, escondidas en el fondo del baúl de su esposa Alejandrina, ésta había optado por sacarlas al sol, para mostrar la brillantez de las letras de aquellas composiciones, Antonio Carlos escribía con tinta de solución de oro en ácido muriático. Eran impresionantes los destellos de los símbolos musicales que se apreciaban en aquellas cuartillas, habían resistido los años y  los embates del comején. Las notas de esas canciones, eran difíciles de interpretar para los legos del caserío. Ya Juan Pacheco y Julián Machado lo habían intentado, y no pudieron alcanzar armonizar el mínimo del contenido musical de aquellos escritos, condición que aprovechaba Euterpe, para hacer de su flauta,  momentos de lírica celestial, que causaban pecadillos de leve envidia en la  mente del Deán  Don Juan de Materano, quien después  de muchas cavilaciones, aceptó participar en las reuniones que  realizaba Euterpe los sábados a las tres de la tarde y los domingos a las nueve de la mañana.

      Las composiciones musicales de Antonio Carlos, musicalizadas por Euterpe, alcanzaron a desarrollar delicadas observaciones en la apreciación musical de los niños del caserío, ya no sólo utilizaban el pentagrama para las sacras composiciones dejadas por Antonio Carlos, sino para acompañar con delicadas melodías, los juegos y rondas tradicionales del barrio, lo que motivó para que los señores y señoras, recurrieran a los recuerdos y en una especie de tradición oral, desenterraran antiquísimas canciones. Cuando no se lograba con facilidad el recuerdo de aquellas canciones, se acudía al señor Ruperto, un viejo de  la población de Paloalto, que sabía invocar a los difuntos ancestrales.

      Euterpe, estaba perpleja ante el entusiasmo de los niños y madres de  aquella comunidad, y pensó en la realización de comedias que pudieran contribuir al proceso de aprendizaje de los niños y mayores, y para realizar todo aquello, pensó de inmediato en Talía, quien poseía los encantos de la dramatización de las comedias, ella tenía el testimonio de los reyes de otras comunidades, quienes a través de representaciones dirigidas por Talía, habían logrado el entendimiento de sus pobladores. Talía, tenía un amplio conocimiento de las manifestaciones de las grandes comunidades, ella había recorrido todo el Medio y Lejano Oriente, con nombres diferentes, es por esto que casi siempre se hacía acompañar por otras musas , que gozaban del aprecio de Euterpe:  Terpsícore, quien escrutaba y dirigía los secretos de la poesía y la danza, razón le sobraba para nunca abandonar la cítara, con la que establecía un dúo armónico con la flauta; Calíope, quien esta vez  extremó en apreciaciones, al considerar que las composiciones de Antonio Carlos, en su estructura musical, tenían una razón, para llegar a ser consideradas como poesías épicas.

      Las manifestaciones de alegría, eran tan esplendorosas, que los rumores, trascendieron a comunidades vecinas.  De una de ellas, salió un señor, llamado Juan Gómez, quien, había sido, amanuense de uno de los gobernantes de la ciudad, gozaba de mucha estimación, por sus dotes de buen autodidacta, se presentó a Euterpe y le manifestó sus inquietudes, despertadas por lo que había visto en la obra de ella. Juan Gómez, le mostró un manuscrito, donde citaba a Polimnia, para que les explicara sobre el arte mítico, a Clío, para que a través de  la historia del barrio, lograra que los jóvenes, no olvidaran la participación de sus antepasados en la consecución de su independencia, y en ésto, fue muy claro cuando mostró la necesidad de tener presente a Melpómene, para hacer de las hazañas de sus héroes, la tragedia ideal, sin importar la mascarada.

      Era un mundo de libertad, que deseaba Juan Gómez, por eso no dejó de solicitar la participación de Erato, así poder encausar las aspiraciones poética de Rita-La Santa, quien se atrevías a componer poesías eróticas. Los encuentros se hacían a cielo abierto con la protección de Urania, quien permitía la permanencia de las estrellas, con negación de la lluvia. Las musas, convirtieron a las pandillas en coros de cantos épicos y dramatizadores de tragedias humanizantes.

Publicado en La Urraka Cartagena

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