viernes, 31 de agosto de 2012

OH VENTANA INFAME


Abel estuvo amable y lo dejó entrar
y lo dejó sentarse.
Abel encima le ofreció al cura
un cafecito y una carasucia,
luego preguntó
¿Dónde está mi hijo?

El cura sonrió:
No sé señor.
Y con calma mordió
la cara dulce de la factura
con el porte
del que puede entrar
en cualquier casa
y hacerse de la carne
y de la torta
y comer y comer.

El cura se chupó los dedos
y sonrió de nuevo:
No tuve nada que ver en eso.
La culpa, me temo,
es suya.

Décadas después
Abel le contaría a su nietita
cómo él se paró y le rugió al cura más fuerte
que los lobos marinos de pulmones de sal de Tierra del Fuego una maldición.
Y hasta hoy día nadie sabe a ciencia cierta
si el cura era informante
pero lo que se confirmó
es que una mañana
el cura se subió a la torre
a tocar las campanas
y...
bueno, el cura sobrevivió
pero con unos cuantos
huesos rotos.

Fragmento. Del libro The Strange House Testifies. (La casa extraña testifica). Bilingual Review Press. Arizona, 2009.
Mi hija y yo queremos que este poema que ella escribió hace varios años, inspirado en un encuentro de su abuelito con el cura Baudry, regrese a Bahía Blanca. En estos días de los juicios a los genocidas, es un homenaje a don Carlos Sanabria. (Para los no bahienses, “carasucia” es “tortita negra”)
Traducción de Alicia Partnoy

Ruth Irupé Sanabria Argentina
Publicado en la revista Isla Negra 322


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