domingo, 29 de abril de 2012

EL ORGANO EN MÉXICO

Por Juan Cervera Sanchís

En la historia de la Música en México, de Gabriel Saldívar,
leemos:
“La Iglesia necesitaba para su culto especialmente el órgano,
como vimos de la disposición conciliar, y vimos también que
los indios no los construían, aunque ayudaban a hacer todas las
piezas, encargándose de armarlas los organistas españoles.”
Y añade e historiador:
“De los del siglo XVI y la mayor parte del XVII no tenemos
noticias sino hasta fines de éste, en que llegó Tiburcio Sanz.”
Así pues, si nos apegamos estrictamente a la historia, debemos
Reconocer en el citado personaje el primero de que se tiene
memoria que instaló un órgano en México. Ese órgano fue
nada menos que el de la Catedral Metropitana.
Tiburcio Sanz procedía de Zelda, Aragón. Era hijo de Juan
Izaguerri y María de Sanz. Curiosamente no usaba el
apellido paterno. Era de oficio carpintero. Se especializó en
la construcción de órganos con un maestro catalán del que se
ignora su nombre. Resulto Tiburcio un discípulo excelente.
Posteriormente trabajó en Málaga, sur de España, con el
escultor Francisco de Nieva y el ensamblador Jerónimo Gómez,
construyendo órganos en un taller que estuvo en la calle
Granada de la citada ciudad andaluza.
De ahí decidió trasladarse a la capital del reino, Madrid, donde
trabajó con un tío suyo que era un reconocido constructor de
órganos.
Fue así que se perfeccionó en tan exigente y muy preciada
profesión, particularmente en aquellos tiempos, por lo que fue
requerido por las más altas autoridades religiosas de la Nueva
España.
No dudó Tiburcio Sanz en viajar hacia la capital del virreinato
Llegó a Veracruz el mes de octubre de 1692. Su principal
misión era instalar el órgano de la Catedral de México. Tan
importante trabajo lo realizó con la ayuda de su hermano Félix,
quien lo acompañó en su viaje, y que también era un muy buen
maestro en la construcción de órganos.
Durante tres años trabajaron en la capital del virreinato.
En 1895, Tiburcio, ignoramos si su hermano lo acompañó,
aunque suponemos que sí, se trasladó a Puebla de los Ángeles.
Era un hombre de cuarenta y tres años de edad. Ahí ocupó
la plaza de organista de la catedral poblana.
Sabemos que, además de su hermano Félix, en la instalación
del órgano en la Catedral Metropolitana colaboró también
con Tiburcio Juan de Rojas. Fue precisamente éste quien
construyó la caja del órgano y la espléndida sillería del coro.
En el siglo XVIII destacó en México otro no menos importante
constructor: José Nazarrete, quien por cierto construyó el
impresionante y célebre órgano grande de la catedral de la
ciudad de Guadalajara. La noticia de su construcción fue
publicada, dada su importancia, en las páginas de la Gaceta
de México. Ahí podemos leer lo siguiente:

“Ya ha hecho entrega el maestro Joseph Nazarrete del famoso
órgano grande de la santa iglesia Catedral que finalizó
este año con general honorífica aprobación de ocho de
los más científicos sujetos en la facultad, de quienes ha
merecido muchos y merecidos aplausos.”
Así se escribía entonces. La profusa nota continuaba:

“Ha tenido de costo más de veinte mil pesos y se compone
de una muy lucida caja de dos fachadas de finas e incorruptibles
maderas, que con sus remates toca en el medio punto; proporciona
secreto de menos de tres varas de longitud y dos de latitud, en
que artificiosamente están distribuidos cuarenta y siete canales
cerrados con otras tantas supapas, y sus fuelles correspondientes
con que sin desperdicio de viento, ministran el necesario
para 2226 flautas.”

Junto con José Nazarrete, destacó también en Guadalajara,
allá por el año de 1733, Clemente Dávila.

En Durango, organista mayor de su catedral, adquirió mucha
fama en aquel tiempo Mariano Placeres, curioso apellido,
quien asociado con Miguel Careaga, construyó, además, un
piano que fue descrito de esta manera por una pluma de la
época:

“El piano construido por Placeres y Careaga es de muy
dulces y agradables voces.”

Ya en las postrimerías del virreinato tenemos noticias
de nuevos órganos construidos por Narciso Durán.

Queremos recordar, según testimonian los historiadores de los
instrumentos musicales, que el órgano fue inventado por
Ktsbio sobre el año 300 antes de nuestra era, aunque en la
Biblia se atribuye su invención a Jubal.
Se cree que el órgano que tocaba Nerón era el descrito por
Vitrubio con varios registros.
Tras invadir los bárbaros Europa el órgano desapareció de
ella y se refugió en Bizancio. Más tarde busco asilo en
Constantinopla.
Gracias a un regalo de Constantino de Bizancio a Pepín el
Breve retornó de nueva cuenta a Occidente. El año 812
vuelve a desaparecer a causa de un terremoto que desoló
el continente, reapareciendo en el 826 a petición del rey
Ludovico Pío que encarga a un fraile veneciano la construcción
de uno. El año 872 el Papa Juan VIII lo introduce en las iglesias,
antes era de uso profano.
Durante el periodo barroco, el órgano, alcanza un deslumbrante
esplendor. Surgen grandes compositores e intérpretes del
mismo, como Frescobaldi, autor de la obra “Fiori musicali”.
Beethoven lo ignoró, no así Mozart y Haydn, que compusieron algunas
sonatas para dicho instrumento.
Durante el romanticismo Mendelssohn y Brahms también componen
obras notables.
Ya a mediados del siglo XX el órgano entra en el reino de
de las bandas sonoras de cine y anuncios comerciales.
Un ejemplo de ello son las piezas actuales de órgano compuestas
por Hans Zimmer para la película “Piratas del Caribe”.
Asimismo, el órgano, entra en los videojuegos y, por ende, en el
ámbito de la Internet, hechos de nuestra actualidad que jamás
nunca hubieran podido imaginar aquellos constructores de
órganos de la Nueva España:
Tiburcio Sanz, Juan de Rojas, José Nazarrete, Narciso Durán,
Clemente Dávila, Mario Placeres y Miguel Careaga, que con
admiración y respeto seguimos recordando.

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