domingo, 4 de marzo de 2012

RELATO CORTO

Un día cualquiera

¡Qué alegría se llevarán Amelia y Julia!, les encantan las setas
que les cocino, claro que antes debo darme un baño de
caminata ya que las recojo en el bosque, frescas y hermosas
en su envidiable entorno.
Bueno, llegó la aurora y es el momento idóneo para empezar
la sana recolecta, luz y una estupenda temperatura para la
caza estática de setas.
Mientras camino, voy pensando en ellas, es increíble, las
vemos creciendo día tras día, constantemente, aprenden
jugando y sus risas enriquecen mi alma.

Caray, me despisté y creo que me he extraviado, tonta de mí,
conozco las sendas por haberlas recorrido cientos de veces y,
sin embargo, me encuentro en un lugar que no reconozco.
Encima, para mejorarlo, empieza a llover de manera diluviana
¡y no sé hacia dónde dirigirme! …….

-¡Mini!, ¡yaya Mini! - llama a voces Julia- ¿dónde estás?,
Amelia ¿has visto a la yaya?
- No Julia - contesta Amelia-, la he buscado fuera de la casa y
no me responde - estoy un poquitín asustada pero no pienso
decírselo a mi hermana porque es muy pequeña aún y puede
asustarse mucho.
- Julia, aunque llueve, podríamos ir paseando y seguro que la
encontramos en el camino, habrá salido a buscar flores y la
lluvia la tendrá guarecida en algún lugar cerca.

- ¡¡ Vale ¡!, llevemos un paraguas de más y le damos una
sorpresa y la traemos a casa para secarse ¡yupiiii! ¡vamos
rápido Amelia!

Así que, cogidas de la mano con sus chubasqueros y el
paraguas salieron canturreando hacia el interior del bosque a
buscar a su adorada yaya.
La lluvia, el viento y los ruidos fantasmales de los invisibles
habitantes del bosque acorralaron a las niñas asustándolas y
dejándoles sin saber qué hacer…..hasta que se perdieron
también.

Lloraban y lloraban desconsoladas y gritando ¡¡Mini!!¡¡Mini!!,
pero claro nadie les oía, así que cansadas, ateridas de frío y
por los propios nervios, se durmieron.
Despertaron cuando una mano les acariciaba la cara,
extrañamente no se asustaron y menos cuando la joven y
bella les reveló que era la hada del bosque, la buena claro.

Amelia, pues es la mayor, le contó sus desventuras y el temor
por su abuela perdida.

- No os preocupéis más – les tranquilizó la buena hadacon
mi magia la encontraremos antes de que
parpadeéis y esa gota que te corre por la nariz caiga al
suelo.

Así fue, en el siguiente parpadeo estaban a la entrada de una
gruta corriendo como locas a abrazar a la abuela que salió a
su encuentro en cuanto notó la presencia de las niñas.
Estaban tan excitadas que hablaban a la vez y únicamente,
cuando la abuela las calmó, entendió que querían presentarle
a la hada que las había salvado y acompañado hasta ahí, así
que entre risas y gritos salieron al claro del bosque y…..no
había nadie.

Tan sólo en el camino de vuelta oyeron canciones susurradas
en el aire y un ligero viento iba descubriéndoles el camino de
vuelta hasta casa.
No cenaron setas cocinadas por la abuela, pero las risas
volvieron, estaban de nuevo todos juntos.

Del libro Poemario de un ideario de MAXI CAMPILLO PONS

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