viernes, 9 de marzo de 2012

LA MISIVA

A la atención del señor Robert L. Stevenson.
Querido amigo:
Le envío estas líneas para rogarle su ayuda y discreción sobre lo acontecido el pasado viernes doce de diciembre. Pierre nunca antes se había comportado así. Muy al contrario, era conocido por su exquisita educación. Sin embargo, aquella noche en París fue distinto. Parecía otro hombre, directo, fuerte y terriblemente sincero. Era la primera vez que se dirigía en ese tono a los colegas del laboratorio. Mucho me temo que tiene que ver con los recientes experimentos que estamos llevando a cabo. La síntesis de cloruro de radio y el aislamiento de torio uno molar nos están causando ciertos contratiempos. Unos días antes del fatídico evento, Pierre se sintió indispuesto tras exponerse a la radiación de los elementos antes mencionados. Si bien por fuera parecía el mismo por hombre; te puedo asegurar, amigo mío, que jamás se había mostrado tan impúdico y salvaje como entonces. Pierre, de naturaleza mansa y modales impecables, se había vuelto resoluto y locuaz, dotado de una lengua viperina y un magnetismo animal. No obstante, si la primera impresión se nos antojó inquietante, sólo puedo dedicarle mis parabienes. Pierre está recaudando fondos para nuestras investigaciones así como entrevistándose con algunos que pueden llegar a ser nuestros mecenas.
De hecho, le escribo porque en la universidad de Paris me han ofrecido terminar mi tesis doctoral y un puesto de titular para Pierre. Por esta grata noticia, le rogaría que lo que sucedió en aquella cena quedara entre nosotros y no publicase ese gracioso relato en el que, aun escondiendo nuestros nombres, queda evidente de quién habla.
Se lo ruego como amiga. Al contrario que usted, no veo el cambio de Pierre como algo monstruoso sino como un bello despertar.
Atentamente, Marie Curie.

María L. Castejon(España)
Publicado en la revista digital Minatura 116

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