El escorpión mecánico estaba arrasando la ciudad y masacrando a sus habitantes. Las fuerzas del orden, que habían probado ya a bombardear a la bestia mecánica con todo tipo de ingeniosas armas a vapor sin ningún éxito, comenzaron a trazar un plan de evacuación y a buscar soluciones al problema. Finalmente, se decidió por unanimidad que su mayor esperanza era encontrar a Fergus Galgaird, el brillante inventor que era en gran parte responsable de los avances técnicos de los últimos cincuenta años. Todos comenzaron a organizar grupos de búsqueda y se desplegaron por los alrededores de la ciudad para encontrarle, con la esperanza de que no estuviera aún muy lejos o, Dios no lo quisiera, hubiera sido asesinado por el escorpión. Lo que no podían ni imaginar era que el inventor no había salido de la ciudad, sino que seguía allí y disfrutaba de unas vistas estupendas de la masacre desde la cabeza del escorpión. Se iban a enterar esos del gobierno, por negarle su pensión después de tantos años trabajando como un loco por el bien del país.
Déborah F. Muñoz(España)
Publicado en la revista digital Minatura 116
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