martes, 20 de marzo de 2012

DESDE LA SOLEDAD


Ululan mis deseos como viento de enero,
mas con sudor y ardores de noche veraniega.
Te imagino desnuda, veloz, por el sendero
que sólo tú conoces, y que a mi casa llega.

El tictac de mis sienes responde a los latidos
que tenaces martillan hasta quebrarme el pecho;
y ambos son eco intenso de los hondos rugidos
del sexo en rebeldía, por tu ausencia maltrecho.

Se me alza en desafío de esta orfandad, contraria
a las normas que rigen la sed del ser humano,
que no logra calmarse si en cama solitaria
la piel se convulsiona bajo la propia mano.

Aunque dancen colgadas en el aire, lascivas,
imágenes de hetairas ofreciendo artificios,
no habrá un después tejiendo dádivas afectivas,
cerrados ya, o en calma, taladros y orificios.

Onán, dijo el poeta, conoce muchas cosas
que la máquina ciega de Don Juan desconoce;
pero también ignora las horas primorosas
que prolongan la gloria por las vías del roce.

Ven, mujer, que mi noche, joven aún, te espera
con voluntad de impulsos, anhelo de sosiego;
si un mundo de lujuria de mi piel se apodera,
otro mansedumbre le sustituye luego.

No me dejes a medias, que la erupción crispada
es, si no compartida, lograr medio camino,
encaramarse al muro sin conseguir la entrada,
brindar con cáliz de oro sin escanciar el vino.

Conoces el sendero, tienes la puerta abierta,
la invitación pendiente, y el hogar encendido;
si no eres libertina, deja que te pervierta,
o muéstrame tus artes si alguien te ha corrompido.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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