viernes, 28 de octubre de 2011

POEMAS

Por el puerto

De noche eres más bella, por el puerto,
tu reflejo en el agua aletargada,
con estrellas al fondo, camarada
de cielo, mar y tierra al descubierto.

Las farolas ensayan su concierto
de amarillentas luces en la rada,
y te escoltan, hundidas a plomada,
a ambos lados de ti. Dormido o muerto,

el poblado está inmóvil, la avenida,
sombra y silencio en piedra, concurrida
sólo de robles, sauces, terebintos.

No hay otro ser humano en el paisaje.
Pero hablas con las cosas el lenguaje
de balandros, alondras y jacintos.


Partir y retornar

La nostalgia nos canta del regreso
con la voz elegíaca del ave
que va de puerto en puerto, mas su nave
de seda y oro es mítico suceso.

Partir y retornar en un proceso
que rara vez culmina, por muy suave
que el portazo haya sido, y que la llave
no fuera reintegrada. Es como el beso

lanzado hacia el balcón; no tiene vuelta.
Alianza vital que, si disuelta,
no se recompondrá. Fin de sendero.

Ánfora que se quiebra no recobra
la suntuosidad, y está de sobra
destructor en disfraz de curandero.


Un adorno

En las almohadas duerme la memoria
tal vez desvanecida de la mente;
sólo a un paso de ti, que ahora yacente,
juegas a otra batalla sin victoria.

Cada etapa en tu vida es transitoria,
gaviota en vuelo, prófugo torrente,
rosa abriéndose casi de repente,
todo sin pena, mas también sin gloria.

Vendrá la noche de orfandad, sin ruido,
y afable voz penetrará tu oído,
sin detectar persona en el entorno.

Te será familiar. ¿Una de tantas?
No recuerdas su nombre. Te levantas.
Tal vez, más que una vida, fue un adorno.


Sin luto

Detrás de mí, y en derredor, sorprendo,
pies descalzos, tu sombra. No hace ruido.
Tampoco me habla. Observo su vestido
de negra noche. ¿Me estaré muriendo?

El luto no se lleva en el atuendo,
sino bajo la piel, tan sumergido
que nadie advierta pena ni gemido.
¿Quién pone a su dolor cartel o estruendo?

Años atrás te dije: No ensombrezcas
la fecha en que me ausente, ni aparezcas
sino ataviada en tus mejores galas.

Piensa que huyo la jaula que ahora habito;
todo cuanto te amé, te queda escrito;
será el momento de extender mis alas.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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