domingo, 23 de octubre de 2011

POEMAS

No sé

No sé cómo te quiero, si pujante,
frenando vientos, sofocando llamas,
o vulnerable y frágil, como ramas
recién brotadas, o ánfora oscilante.

No sé si te prefiero galopante
por inéditos campos, sin programas,
o sosegadamente, y sin pijamas,
reclinada a mi lado, insinuante.

¿Y quién me impone, o a escoger me obliga,
entre amante que juegue a ser amiga,
y amiga que en amores se estremezca?

No tengo dudas ya. Mi opción es clara.
Al diablo quien vacila o quien compara.
Quédese en mí quien todo me lo ofrezca.


Libro

Me obstino en repasar páginas mudas
que nada saben ofrecerme ahora,
de un libro cuya voz reveladora
disipándose fue en descuido y dudas.

Fue en su tiempo rumor de aguas menudas,
y grito fue de fe esperanzadora,
y rugido salvaje que devora,
y fantasías de pudor desnudas.

Y un día se cerró, sobre la mesa,
como si toda intimidad impresa
se adormeciera en sueño irrelevante.

Yo suelo abrirlo, con la expectativa
de despertarlo, pero no se activa,
ya letra muerta lo que fue vibrante.


Mirando atrás

Me fustigas la piel del pensamiento,
hasta brotar la sangre del pasado
en surtidor de vida envenenado
por cada incidental agrietamiento.

Porque cada recuerdo es un fragmento
desgajado del alma, arpón clavado,
o indefenso jazmín desarraigado
por la zarpa brutal del aislamiento

a que me sometió tu voladura
de los puentes de enlace. ¿Qué lectura
podré hacer de tu amor mirando atrás?

Tiendo la vista desde mi bloqueo
hacia tu lejanía, y no te veo;
tal vez fuiste mi sueño, y ya no estás.


Amor de madurez

No sabía andar solo por la vida,
y tú, al acompañarme de la mano,
me diste fe, y visión, y ese mundano
arte de hacer la madurez florida;

o recobrar la juventud perdida
sin descontar la edad, que no me afano
a reintegrarme a tiempo tan lejano
renunciando a la práctica adquirida.

Contigo renací…, luciendo enteros
mis años sobre mí, pero ligeros,
plumas de las dos alas que me diste.

Sean altos los números. ¿Qué importa?
Arden a fuego lento cuando absorta
te aproximas al leño que encendiste

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-

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