domingo, 12 de junio de 2011

TALLER LITERARIO

NAPOLEÓN

Napoleón es un hurón muy juguetón.
Un día jugaba con su amigo Ramón,
cuando de repente el cielo se nubló,
un viento huracanado con fuerza sopló
y una tormenta enorme se desató.
Asustados cada uno a su madriguera corrió.
Napoleón debajo de su madre se escondió.
Su madre lo arropó
cantándole bajito una canción.
“No tengas miedo mi pequeño Napoleón
la tormenta su ira calmará
y el sol de nuevo brillará.
No sufras más, mi pequeño hurón,
Mamá te cuidará
y nada malo te ha de pasar”
dormidito en brazos de su mamá se quedó.
Cuando despertó
ni de la tormenta se acordó,
pues tenía tanta hambre
que su barriguita le sonaba como un tambor.

CARMEN PÉREZ MARTELL

EL CICLO DEL AGUA

El ciclo del agua se rompe poco a poco,
mi gota viajera ha dejado de soñar,
ya no busca cataratas para jugar,
ni un manso de río donde dejarse llevar,
ni un mar de aguas cristalinas donde reposar,
ni un sol reconfortable que la eleve de alta mar.
Mi pequeña gota enferma de stress está.
A veces se acelera y cae de golpe, sin aviso,
convulsiva, agresiva, arrastrando la vida a cada paso.
Otras se queda inmóvil, impertérrita
observando las inertes de la tierra.
Mi pequeña gota no entiende su problema.
A veces siente que el humo la asfixia,
otras veces las acosan los vertidos,
y muchas otras el sol las acorrala
sintiendo el vapor que las diluye.
A pesar del caos que la acecha
sigue día tras días su camino,
intenta franquear los avatares
y a veces lo consigue.
Muchas otras la arrastra
la polución y agentes corrosivos,
la acorralan, la detienen,
la envenenan, la provocan
y otras muchas la desbocan.
No es el agua el mal
que me adolece,
es la mano humana escondida
tras las heces.

VIRTUDES ROLDÁN

La Madre Tierra
da vida a sus habitantes
observa sus errores
acepta sus guerras
sus religiones y sus nacionalismos.
Pero va a llegar un momento
en el que no tenga más paciencia.
¿O ha llegado ya?
Con toda su fuerza en
terremotos, maremotos,
tormentas, huracanes, tifones
porque cada año
en todo el mundo
hay más desastres naturales,
más fuertes, más grandes,
más devastadores,
con escenas de una desolación
total.
La culpa no es de la Madre Tierra;
la raza humana
como un virus siempre creciendo
lucha por religiones,
lucha por nacionalidades,
lucha por colores de piel,
lucha por causas políticas,
lucha por avaricia
con armas cada vez más destructivas.

Imagínate
una situación hipotética.
Una playa en pleno verano,
llena de gente, parasoles,
colores, alegría.
Aparece en el horizonte
una inmensa ola negra
precipitándose hasta la playa.
¿En este momento
qué ha pasado
con sus dioses,
sus dictadores,
el apartheid?
Enfrentándose por el poder natural
¿qué harás?
Rogar a la Madre Tierra.

ANNE SAMPSON

TORMENTAS/TERREMOTOS

Nuestras fuerzas estaban llegando al límite, llevábamos casi dos semanas bajo el azote de las peores tormentas. Los más viejos de la comarca no recordaban nada parecido en el pasado. Rayos, que cayendo sin parar como si se fuera acercando el final de los tiempos, produjeron incendios, algunos de considerable magnitud. Inundaciones que obligaron a la gente a abandonar sus hogares. Todo era desconcierto y temor, mucho temor.
Huertos bajo las aguas, las espigas de los cereales henchidas, no de grano sino empapadas de agua. Los caminos cortados y los puentes hundidos.
Árboles caídos por la fuerza de los vientos que soplaron con furia desatada.
Hoy por fin ha salido el sol pero en vez de llenarnos de alegría pensando que ya ha pasado lo peor, al mirar a nuestro alrededor y ver como ha quedado todo no tenemos más remedio que ser conscientes del desastre en que nos vemos envueltos.
Los agoreros comentan entre susurros que es la justicia Divina que no está castigando por los acontecimientos sucedidos en los días que precedieron a los temporales. Que eran las almas atormentadas de algunos de los habitantes, que fueron sus pasiones desatadas lo que les llevó a protagonizar aquellos actos tan maquiavélicos que nos dejaron a todos horrorizados. Habladurías.
Han pasado dos días y cuando empezábamos a levantar nuestros ojos esperanzados, al cielo azul y transparente, que cubría nuestras cabezas, entonces empezó la tierra a temblar de la manera más brutal e inmisericorde. El suelo se abría bajo nuestros pies, los edificios se derrumbaban estrepitosamente cogiendo bajo sus escombros a los desprevenidos vecinos. Todo era locura, carreras, sollozos y gritos de la gente llamando a sus seres queridos. Correr, correr a campo abierto. Podía ser la salvación.
Después de unas horas y unas cuantas réplicas menores todo el mundo frenéticamente como en una locura colectiva se puso a trabajar, había que limpiar, limpiarlo todo rápidamente. Y en esos momentos oyeron un rugir pavoroso que se aproximaba por la playa. Volvieron sobrecogidos sus cabezas hacia el estruendo y la vieron. Venía veloz, como si la empujasen millones de caballos desbocados. La ola más gigantesca y amenazadora que nunca existió. Llegó, engulló y limpió. Limpió a ras para siempre.

TERREMOTOS/TORMENTAS-2

Y entonces llegó, como un terremoto que destruye y conmueve. Le comentaron los vecinos siempre dispuestos, diligentes y mal intencionados, que se estaba gestando en su hogar la peor de las tormentas familiares.
Ellos, los capitalinos, estaban allí desde la mañana temprano, llegaron en el primer autobús que venía de la metrópolis. Lo querían todo, lo suyo y lo de los otros. Ella se encargaría de destruir sus esperanzas, conmovería hasta lo más profundo con la verdad las fibras sensibles e insensibles de los recién llegados y cuando estallase la inevitable tormenta de palabras, gritos y quizá insultos, allí estarían para anular con sus argumentos todas y cada una de las exigencias de los usurpadores. Desde niña, en el pueblo la habían llamado “Terremoto Alegre”. Le venía tal apodo de la alegría que siempre derrochaba y que les cubría, cual terremoto de risas, canciones y muchas veces de besos y abrazos que repartía por doquier. Lo cierto es que se la quería en el pequeño pueblo. Iba a dar honor a su nombre, pero esta vez no como terremoto alegre. Que se preparasen los expoliadores. Ella tiene la fuerza, sí, de un terremoto, que destruiría las pretensiones que con gran cinismo venían a por lo que no es suyo. La tormenta estaba servida, pero se quedaría reducida a una ligera brisa bonancible cuando pusiese los puntos sobre todas las ies que a buen seguro saldrían a relucir.

CONCHA GOROSTIZA

LA TIERRA SE MUEVE

Hace daño cuando la Tierra se mueve. Destruye, mata y deja dolor, muerte y llanto.
Este año se ha movido más que otros años. Ella en sí no tiene la culpa.
Nosotros sabemos que está viva, que se tiene que mover, que esto lo viene haciendo desde que está rotando en el espacio.
Hay mucha sabiduría en los hombres. Se tiene que construir mejor. Hay medios a nuestro alcance para hacerlo.
Por lo tanto, la culpa la tiene en una buena parte el hombre. Se está construyendo donde no se debe y mal, en la orilla del mar, en la de los ríos y arroyos y en otros sitios que saben que son peligrosos. No se respeta el medio ambiente. Yo me pregunto ¿qué pasaría si viniera un maremoto como el que hubo aquí en el año 1775 que según dicen llegó el mar hasta la Torre de Guzmán, y en la Chanca de este pueblo mató a unos pocos de hombres.
¿Nos avisarían a tiempo para poder quitarnos de su alcance? Por suerte aquí vivimos en una zona aceptable. Las hay peores. Al menos los huracanes los desconocemos, bueno el Levante y su primo el sureste nos azotan bien.
El mar es bravo, no tanto como el del norte de Cabo San Vicente para arriba, como la costa de la muerte de Galicia.
Ningún mar es corderito sea del norte o del sur. Si me dieran a escoger escogería el del sur, el de mi pueblo blanco como dice el derrotero.
Yo he escuchado a más de un gallego maldecir el mar del sur ¡me cago en la cona que te votó!
La lluvia, en Grazalema es el punto donde cae más agua en España, hace muchísimo daño en las cuencas de muchos ríos desbordándose.
La nieve de Sierra Nevada nos viene como anillo al dedo. El sol mucha más horas que en muchísimos sitios y si hace calor tenemos playas para cansar a un caballo corriendo.
Sus gentes buenas y muy abiertas.

ANTONIO BASALLOTE

TERREMOTO

Igual que un terremoto
destruye sin piedad
así destruiste mi corazón
cuando te declaré mi amor.

todo se agrietó de repente
y sentí como caía
sobre mí todo el peso
de un futuro sin pasión.

No sé si me recuperaré.
Tal vez alguien en la sombra
empiece a reconstruir
los pedazos de mi corazón.

Ahora me encuentro
muy mal, realmente mal,
porque no sé como salir
de debajo de los escombros.

Sé que puedo hacerlo,
pero no quiero esforzarme
porque temo que si me muevo
todo caiga de nuevo sobre mí.

Es mejor estarse quieto
y dejar pasar el tiempo
hasta que alguien llegue
a ver si sigo vivo.

JOSÉ LUIS RUBIO

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